Presenta La temeraria. ¿Qué puede encontrar el lector en esta obra?
Es la historia de Urraca de León, la primera reina de pleno derecho que hubo en España y en Europa. Pero es, sobre todo, una historia absolutamente novelesca, a pesar de ser real, de una mujer verdaderamente insólita. Urraca fue una mujer fuerte que se sobrepuso a circunstancias terroríficas, una mujer pionera en muchos aspectos, por ejemplo, en el ejercicio del poder en un tiempo en el que muy pocas lo hacían. Hoy lo llamaríamos empoderamiento femenino.
La temeraria va muy bien, por la tercera edición cuando no lleva ni un mes en la calle. Es una historia que está despertando mucho interés.
Urraca fue la primera reina de Europa, pero no parece muy conocida más allá del reino de León. ¿Cuánto se sabe de su figura?
Poquísimo. En León la conocen, pero fuera de León muy poco y fuera de España nada. Y es algo lamentable. Siempre digo que si Urraca hubiese sido francesa o inglesa, habría muchas series de Netflix y películas. Se trata de una reina que sus propios contemporáneos denostaron con una brutal crueldad en sus crónicas y que los historiadores, después, han ido vilipendiando, relegándola a un papel de mala reina, de reina mediocre y de desastre para el reino de León. Fueron poco a poco arrumbándola en el desván de la historia y ahí se ha quedado por una cuestión de misoginia absoluta.
El juicio que hizo la historia sobre esta mujer fue profundamente injusto y cruelmente negativo. Eso, junto a la acusadísima tendencia española a renegar de su propio pasado, la ha ido relegando. Creo que era hora de rescatarla de ese olvido y devolverle el protagonismo que merece. Fue una mujer absolutamente pionera; en este tiempo de feminismo parece que Urraca, en cambio, no merece ser rescatada. Y claro que lo merece porque fue una pionera en muchos aspectos.
La visigoda, Astur, La peregrina o La dueña son también novelas ambientadas en la Reconquista. ¿Cómo definiría esa etapa?
He construido una saga de ficción que empieza en una sacerdotisa de un castro astur de Coaña y en un guerrero visigodo exiliado y refugiado en el norte después de la invasión musulmana. A partir de ahí he ido bajando y entremezclando en mis novelas personajes de ficción con personajes reales históricos. No novelo cada año de la Reconquista porque sería imposible, pero sí relató sus hitos más importantes: Covadonga, la construcción del reino de Asturias, el Camino de Santiago, los desastres de Almanzor, la reconquista de Toledo por Alfonso VI, la vida de frontera en La dueña o ahora el reinado de Urraca. Y así seguiré.
En todas esas novelas, Toledo ocupa un lugar central como referente: geográfico, pero sobre todo político. Tengo tanto amor, tal pasión y admiración por Toledo, que, incluso en una de mis novelas contemporáneas, Lo último que verán tus ojos, la ciudad ocupa un papel fundamental a través del Greco. Tengo y siempre he tenido una gran fascinación por Toledo: me pasa como a los reyes de la Reconquista, miro a Toledo con admiración y como una meta a anhelar.
Esta tarde, ofrece la cuarta conferencia del ciclo de novela histórica Toledo, luz de Europa.
Toledo es la joya de la corona; hoy hablaré de mi obra literaria porque en esa gran parte que dedico a la Reconquista ocupa Toledo un lugar nuclear como lo ocupó en el pensamiento de todos los reyes. Desde Alfonso II hasta Alfonso VI, quien reconquistó Toledo, o incluso su hija, Urraca, y después los Reyes Católicos, que culminaron la Reconquista, todos tuvieron en Toledo su meta, aspiración, referente y guía. Era, auténticamente y en sentido literal, la joya de la corona.
Admira Toledo y el papel que ha jugado la ciudad en la historia.
Es una ciudad hermosísima, bellísima y única en el mundo. Como me fascina la Edad Media, me parece una joya y Toledo desempeña un papel fundamental en la historia de España. Soy una enamorada de la historia y la parte que más me interesa, mucho más la historia medieval que lo que vino después, llega hasta el siglo XIII. Hasta entonces, y durante toda la Reconquista, Toledo fue el referente. Por eso, después de conquistar Toledo, Alfonso VI empezó a intitularse «emperador de España», además de «rey de León». El concepto España se repuso incluso en los títulos, no ya en la idea, la mentalidad, el propósito, sino en la titulación de nuestros reyes. Urraca, su hija, firmaba «reina de León y emperatriz de España».
¿Y de la ciudad actual?
Me enamoró de Toledo mi gran amiga y socia durante muchos años Esther Esteban, que es la mejor embajadora que tiene para mí. He apreciado siempre en los dirigentes, en el presidente actual [de Castilla-La Mancha] y en los anteriores, una actitud muy inclusiva. En una España muy dada al sectarismo, siempre he encontrado en Toledo y en los toledanos una actitud muy contraria al sectarismo, muy acogedora, integradora e inclusiva. Eso es algo que valoro mucho y también forma parte de la historia de Toledo, está en el ADN lo que simboliza y representa es algo muy valioso.
La Edad Media que transmiten algunos historiadores parte de la idea de que fue una etapa oscura en la Europa cristiana y esplendorosa en los reinos andalusíes.
Eso es una gran chorrada y denota un desconocimiento y un presentismo absolutamente absurdos. Hubo momentos de esplendor y momentos de tinieblas tanto en la España cristiana como en la España musulmana. La España musulmana fue el momento de máximo esplendor de las taifas o del califato en Córdoba, pero también fueron los almorávides o los almohades, guerreros africanos de un integrismo y rigorismo bestial. Fue la primera invasión hecha en su mayoría por guerreros magrebíes recién islamizados y absolutamente brutales. Hubo momentos de tinieblas feroces que relato en La dueña. Cuando entraron los almorávides, lo primero que hicieron fue matar o desterrar a los reyes taifas y someter a la población a un control brutal y cortar cabezas a mansalva. Mientras tanto, en la España cristiana se estaba viviendo un florecimiento cultural. Antonio Pérez Henares habló de los juglares [en su conferencia del pasado 25 de abril en Toledo].
Hubo de todo en ambos mundos. Eso de pintar la España musulmana como el esplendor, la cultura y la luz, y a la España cristiana como las tinieblas denota ignorancia. Resulta una equiparación absurda vincular islam y progresismo y cristianismo con integrismo cuando la historia demuestra que, a la larga, ha sido todo lo contrario.
¿La imagen negativa de la Reconquista es otra forma de leyenda negra?
Sin duda. La Reconquista sufre el manto de oprobio de una leyenda negra, incluso antes de que se creara la leyenda negra sobre nuestra aventura americana. Antes no pasaba eso, pero ahora hay una historiografía contemporánea empeñada en llegar a la conclusión de que a España le habría ido mucho mejor si hubiera seguido siendo musulmana. Para aquellos el islam representaba la cultura y la civilización; el cristianismo, la oscuridad y las tinieblas.
La Reconquista que supuso la recuperación de lo que había sido un reino visigodo cristiano para la fe cristiana y su vinculación con Europa. Y se mira como parte de nuestra deriva histórica cuando fue todo lo contrario: España estaba enmarcada en el ámbito romano, en el ámbito occidental, en la cultura cristianorromana y volvió a ese ámbito. Fue la única nación islamizada que logró desislamizarse.
La cuenca mediterránea fue en su momento romana; Túnez era tan romano y civilizado como Cartagena, la cultura y la civilización eran iguales a ambos lados del Mediterráneo. Podemos mirar cómo está ahora la cuenca sur y mirar cómo está España, en la cuenca norte. Ya nos dirán dónde preferirían vivir, pero yo lo tengo claro: aquí. Estoy muy agradecida a la Reconquista y es esa una de las razones por las que la estoy novelando. Como mujer y amante de la libertad, calculen dónde prefiero estar, si aquí o en el mundo islámico.
Sus novelas tienden a contar con mujeres protagonistas. ¿Por qué las escoge?
Siempre son mujeres y por dos motivos: el primero es porque soy mujer y me resulta más fácil y más honesto meterme en la piel de un personaje femenino; el segundo, y no menos importante, es que la historiografía ha sido tremendamente misógina. Las crónicas medievales y muchas de las posteriores han sido escritas por clérigos, hombres y muy misóginos, que han tendido a despreciar a las mujeres o directamente a ignorarlas. España es heredera de un matriarcado astur o asturcántabro muy poderoso. La Reconquista se hizo bajando desde el norte hacia el sur y repoblando con gentes venidas del norte. Esa repoblación incluía mujeres procedentes de esa tradición y esa cultura matriarcal y aquellas mujeres han tenido mucha importancia: no es casualidad que la primera reina de Europa fuera española. Tampoco es casualidad que el infantado, una institución poderosísima que otorgaba a las mujeres más poder que el de cualquier conde, fuera español. Las mujeres españolas tuvieron en la Edad Media mucho poder y mucha influencia, pero la historiografía clásica lo ignoró por completo. Me he propuesto recuperar, a veces con personajes reales y otras con personajes de ficción ese protagonismo.
Más allá de la reina Urraca, ¿cómo vivía una mujer leonesa en los primeros años del siglo XII?
Depende de su estatus: si era casada estaba bajo la tutela de su marido; si era soltera y tenía padre, bajo la tutela de su padre; pero si era viuda, que era una condición muy frecuente porque había muchas batallas, muchas guerras y una gran mortandad masculina en el campo de batalla, podía vivir siendo dueña de sus destinos, de sus bienes, administrando el destino de sus hijos; si pertenecía a la nobleza tenía más derechos que, por ejemplo, en el reino de Aragón, donde imperaba la ley sálica y las mujeres tenían muy poca capacidad de decisión. Pero en León sí podían reinar precisamente por ese tributo.
En lo material vivían mal, en el reino de León y en cualquier sitio. No había medicamentos, los medios de transporte eran el caballo, el carro y poco más. Se vivía como se vivía, pero aun así había más confort del que nos pintan las películas. La Edad Media era un mundo de colores, de mucho color, mucha textura cálida y mucho tapiz. Era un mundo que a mí me gusta evocar. Las mujeres en la España cristiana de aquella época, en el siglo XII, estaban menos oprimidas por un varón que en el siglo XIX.
Tiende a relatar gestas. ¿Qué ha habido de heroico en la historia contemporánea española?
El último episodio épico de nuestra historia fue la resistencia democrática ante ETA. Una vez rendidos el Estado y los principios democráticos ante el chantaje de una banda terrorista se acabó la épica y todo ha sido turbio, mentiroso, carente de ética, muy deprimente y lamentable.
¿Cómo ve la situación política inmediata, después de las elecciones en el País Vasco y Cataluña y antes de las europeas?
Con una gran sensación de fracaso personal y profesional. He dedicado una buena parte de mi vida a hacer frente al separatismo y a hacer frente a la violencia inherente a este separatismo o empleada por ese separatismo. Y nos damos cuenta de que al cabo de treinta años ese separatismo se impone por goleada en el País Vasco con los que mataban y sus cómplices, o sea, Bildu y PNV.
Es verdad que en Cataluña desciende el voto separatista, pero a costa de encumbrar al partido que se ha rendido ante ellos, el PSC. Me invade una gran depresión y una gran sensación de fracaso. A lo mejor también por eso me he refugiado en la Reconquista que, a diferencia de esto, terminó bien.
¿Hay algún proyecto de nación que le parezca atractivo?
El proyecto de país fundamental ahora, aunque sea poco ambicioso, pasa por mantener vigente la Constitución que nos ha dado el periodo de mayor prosperidad y libertad de nuestra historia. ¿Quién encarna este proyecto? Para mí, el PP. El PSOE, desde luego, no, y Vox tampoco, porque es un partido muy radical. ¿Me gustaría un PP un poco más belicoso? Sí, pero bueno, es lo que hay. En política hay que intentar escoger el menor de los males.
De las mujeres del presente, ¿le llama la atención alguna dirigente?
Me parece que la primera mujer que va a llegar a presidenta del Gobierno es Isabel Díaz Ayuso. Es la mujer que para mí encarna ahora muchos de los valores que aprecio: el coraje, la resistencia, la firmeza en los principios, la combatividad, la valentía. Y como son esos los atributos que valoro en un dirigente, sea hombre o mujer, y ella los atesora, creo que tiene muchas papeletas. Me parece una mujer muy admirable y con mucha capacidad. No estoy de acuerdo con todo lo que hace y todo lo que dice, pero sí con una gran parte. Y me parece, sobre todo, muy valiente y muy firme en sus convicciones.
Eso es algo que admiro mucho: no me puedo fiar de un presidente que cambia de opinión cada diez minutos según su conveniencia. Eso es la antítesis de un gobernante o de un dirigente en quien alguien pueda confiar. E Isabel es lo contrario: ha mantenido su discurso y siempre ha actuado en coherencia con ese discurso, le resultara grato hacerlo o le reportara críticas amargas. Eso lo admiro mucho, en la misma medida en que desprecio la incoherencia, la inconsistencia personal y la mentira del discurso y la conducta. Algunos los llaman «cambios de opinión», pero eso no es cambiar de opinión, es mentir y actuar según donde sopla el viento, la antítesis de lo que tiene que hacer un gobernante respetable.