Los recuerdos del Alcázar de Toledo que el escritor Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) acumuló durante su juventud eran manifiestamente mejorables: «Me tocó hacer la ‘mili’ enfrente y escuchar el disco de Moscardó», la recreación del episodio de 1936 que se mostraba a los visitantes del edificio hasta hace no muchos años. «Veo que sigue conservando el mismo aire militar, pesado, sobre el perfil de Toledo, pero celebro que al menos su mitad superior esté hoy llena de libros». Llamazares, que ayer participó junto al periodista Juan Cruz en un coloquio organizado por la Unión de Libreros de Toledo en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, dedicó parte de sus palabras a la supuesta renovación que supone la aparición del libro electrónico: «Los seres humanos siempre tendemos a pensar que vivimos en un momento crucial de la historia, algo que en realidad es bastante relativo. Por eso pienso que, en realidad, la llegada del libro electrónico no cambia nada. Son diferentes las formas, es posible que dentro de unos años no quede más para leer en papel que los libros de la colección Borbón-Lorenzana, pero lo que no dejará de existir es la literatura».
El autor de novelas como La lluvia amarilla (1988) y Las lágrimas de San Lorenzo (2013) fue presentado por el periodista Juan Cruz (Tenerife, 1948), adjunto a la dirección del diario El País, quien destacó la huella poética de Llamazares y también la de otros autores españoles nacidos en la década de los años cincuenta, «cuando ya estaba quedando atrás la época de mayor brutalidad del franquismo».
Cruz, quien citó también a autores como Manuel Rivas, Bernardo Atxaga y Antonio Muñoz Molina, reconoció «creer mucho en la poesía», que «convierte los pensamientos del ser humano en algo más hondo, más inteligente».
Gonzalo García de la Torre, moderador del coloquio en nombre de la Unión de Libreros de Toledo, definió a ambos tertulianos como «dos hombres honestos, éticos y estéticos en sus comportamientos, como diría Ortega». También destacó a los autores de una generación «que vivieron una etapa más dura que la actual, pero que, sin embargo, tenían un mayor sentido de lo que suponía la libertad y el acceso a la cultura».