¡Muchas de las victorias y de las atrocidades de las guerras, de sus valerosas conquistas y de sus deleznables crímenes no habrían pasado a la Historia si no hubiera habido en el campo de batalla y en la retaguardia fotoperiodistas, cámaras y testigos directos que narrasen en primera persona lo que estaba sucediendo. Precisamente, uno de los enfrentamientos más registrados y grabados hasta la primera mitad del siglo XX fue la Guerra Civil española (1936-1939), como atestigua el fotoperiodista Antonio Jesús González, autor del libro de investigación Ni héroes, ni soldados: Fotoperiodistas, en donde afirma que la contienda nacional fue la primera guerra fotografiada en toda su «plenitud».
España no solo fue un banco de pruebas militar para las potencias extranjeras, cuya tecnología utilizaron después en la Segunda Guerra Mundial, sino que también fue uno de los escenarios de batalla más fotografiados hasta ese momento.
Fue tanto su éxito mediático que cientos de fotógrafos nacionales e internacionales cubrieron el frente español, tanto desde el lado republicano como nacional, para dar constancia de lo que estaba sucediendo en la convulsa y sangrienta España de aquellos años 30.
Una guerra desde todos los ángulosProfesionales de la talla de Robert Capa, Gerda Taro, Pepe Campúa, Juan José Serrano, los Hermanos Mayo, Agustí Centelles, Alfonso Sánchez, Bartolomé Ros o Alberto Segovia son solo algunos de los fotoperiodistas que documentaron la Guerra Civil española a través de la lente de sus cámaras. De hecho, muchas de las instantáneas más míticas de los conflictos bélicos fueron tomadas en el campo de batalla español, como sucedió con la imagen Muerte de un miliciano, una de las imágenes de guerra más famosas de la Historia, en la que se ve a un soldado republicano abatido justo en el instante mismo de la muerte durante un combate en una localidad próxima a Córdoba. Aunque hay algunas versiones que cuestionan la veracidad del momento e incluso del autor.
Tal fue la cantidad de fotoperiodistas en la guerra española, una media de una veintena de profesionales nacionales, además de una cohorte de extranjeros, entre los que destacaban el húngaro Robert Capa y la alemana Gerda Taro, que lograron capturar no solo el día a día de la batalla, sino también la vida cotidiana de la época en la retaguardia.
Las colecciones no solo permiten acercarse a las habituales escenas del frente y de las trincheras, sino también al estado de las ciudades y de los pueblos derruidos, a la situación de los presos capturados por cada uno de los bandos, y a la migración masiva de refugiados hacía Francia. Entre estas joyas de la fotografía se incluyen entradas triunfales en ciudades conquistadas, discursos abarrotados de Azaña en Valencia y recibimientos a las tropas franquistas, además de visitas de Franco a la línea de batalla.
Una guerra desde todos los ángulosDos maneras de ver el frente
Todos los expertos coinciden en la gran diferencia de ver y de retratar el frente entre los fotógrafos de un bando y de otro. Tanto desde el punto de vista estético como incluso ideológico las imágenes son fácilmente identificables.
De esta manera, las instantáneas tomadas por el bando nacional suelen ser en su mayoría de pose, es decir, de grupos de soldados en un momento que no es de combate, o de escenarios que reflejan la retaguardia, como las calles de un pueblo o de una ciudad en la que aparecen desfiles o actos de exaltación al caudillo. Todo da una cierta sensación de normalidad que, en el fondo, no existe.
Sin embargo, en el lado republicano, la fotografía es mucho más condicionada y dinámica, ya que busca continuamente la motivación de las tropas. Por eso, los fotoperiodistas de este lado intentan captar escenas en movimiento, en lucha, que muestren fuerza y valentía de los soldados.
Una guerra desde todos los ángulosEn consecuencia, las instantáneas republicanas están más orientadas al frente de batalla, a adentrarse en la realidad física y visual de la Guerra Civil para mostrarla a destajo, tal y como es, sin filtros ni maquillajes.
Además, hay un aspecto fundamental de esta disciplina que fue utilizada por ambos bandos, que es la publicidad. Tanto nacionales como republicanos, pero sobre todo estos últimos, recurrieron a este método como herramienta para convencer y movilizar a la gente. Incluso, la propaganda se convirtió en una palabra mágica que podía ayudar al éxito o al fracaso de la comunidad entera que luchaba por aquello que creía.
Más de 44.000 instantáneas
A pesar de esa sobreexposición de la Guerra Civil española, muchas de esas instantáneas desaparecieron con la llegada del nuevo régimen franquista, ya que una vez terminada la contienda los vencedores se dedicaron a incautar todos los archivos fotográficos del bando contrario como fondo para acusar a posibles milicianos de la zona republicana.
Una guerra desde todos los ángulosAfortunadamente, y tras más de ocho décadas después de la contienda, son muchas las imágenes recuperadas dentro y fuera de España procedentes de periodistas independientes, fotógrafos a sueldo o profesioneles de uno u otro bando. Tal es así que el archivo de la Biblioteca Nacional cuenta en estos momentos con un fondo digitalizado que suma más de 44.000 fotografías al que se irán sumando progresivamente las que aún tiene en papel.
La revolución de las cámaras de 35 mm
La Guerra Civil española fue la contienda más fotografíada hasta ese momento y ello se debió, en gran parte, a una cuestión técnica: una revolución fotográfica que permitía cámaras más pequeñas, más ligeras y de mejor revelado.
La culpa de ello la tuvo un inventor alemán, Oskar Barnack, quien, a principios del siglo XX, realizó el primer prototipo de cámara portátil con carrete de película de 35 mm. Un invento que, dos décadas después, permitiría plasmar la contienda española y sus consecuencias en miles imágenes que darían la vuelta al planeta.
Fue en 1913 cuando se creó un prototipo de una cámara fija que usaba película en rollo de 35 mm, y en 1925 se presentó el primer aparato bajo la marca Leica, haciendo que la fotografía diera un giro de 180 grados. Y es que, a partir de entonces, fue mucho más sencillo tomar imágenes en cualquier lugar con una cámara muy pequeña.
Una guerra desde todos los ángulosPero esta amplia repercusión fotográfica no se debió únicamente a la invención de las cámaras portátiles, el auge de las revistas ilustradas en ese momento también supuso una importante demanda de información y, sobre todo, de imágenes de lo que estaba pasando en el mundo. Además, estas publicaciones aprovecharon los avances y las nuevas técnicas de impresión y de transmisión de imágenes.
En consecuencia, las nuevas posibilidades de creación y reproducción fotográfica también hicieron que la guerra se convirtiera en un enorme laboratorio visual. Fotógrafos, editores y artistas gráficos se volcaron en la experimentación, alentados por la urgencia política y la imperiosa necesidad de persuadir, reclutar o movilizar a la opinión pública en España y fuera de ella.
Para los destinatarios de esas experiencias gráficas -lectores y profesionales- la guerra fue una escuela de interpretación, ya que consumir esas imágenes realizadas en una España en guerra permitía comprender que la fotografía era el vehículo por excelencia de la vedad. Una imagen vale más que 1.000 palabras.