Filipinas fue declarada Capitanía General dependiente del virreinato de Nueva España en 1574, situación en la que permaneció hasta 1821, fecha de la independencia de México. En su condición de Capitanía General del reino de España, se mantuvo hasta 1898, subsistiendo en los archipiélagos de las Carolinas, Marianas y Palaos un año más.
Así, los gobernadores generales poseían el título de capitán general, quedando bajo su jurisdicción el archipiélago filipino y el resto de las Indias Orientales.
En el organigrama castrense, el segundo en la línea de mando, recibía el título de segundo cabo, era un general de división, gobernador de Manila y subinspector de las tropas. Como órgano de asesoramiento existía un E.M.(Estado Mayor), constituido por cinco secciones: organización, administración, personal, justicia y reclutamiento.
La característica singular de aquel ejército, era que todas sus unidades se nutrían de tropas indígenas, puestas bajo el mando de oficiales, sargentos y cabos peninsulares. Solo el Regimiento de Artillería disponía de tropa peninsular, desde que fue disuelto el regimiento indígena en 1872, a raíz de amotinarse parte de su personal en Cavite.
La Infantería constituía el grueso de la organización militar. Se articulaba en siete regimientos: Legazpi nº 68, Iberia nº 69, Magallanes nº 70, Mindanao nº 71, Visayas nº 72, Joló nº 73 y Manila nº 74, mandados por tenientes coroneles e integrados por una plana mayor y seis compañías. La fuerza en revista de cada uno de ellos era de 796 hombres.
La Caballería acuartelada en Manila, tenía un único escuadrón, compuesto por 171 hombres.
Artillería tenía un regimiento de dos batallones, uno en Manila y otro en Cavite. Cada uno de ellos con cinco baterías a pie y una de montaña. Su plantilla era de 1610 artilleros procedentes de la Península.
El Cuerpo de ingenieros, que proyectó gran parte de las obras públicas realizadas en el archipiélago, contaba con dos mínimas comandancias facultativas, que dirigían los trabajos ejecutados por cuatro compañías de obreros indígenas mandados por oficiales de Infantería.
Para tareas de orden público se disponía de tres tercios de la Guardia Civil (se desplegó en las Filipinas en 1868). Integrada por naturales del país, su organización se ajustaba a las características del Instituto.
Los Carabineros con cuatro comandancias y 12 compañías, trataban de impedir el contrabando, su personal en un total de 1871 hombres que se nutrían de indígenas.
Sobre este ejército, la Guía de forasteros del archipiélago de 1891, dice: «son infinitas las reformas que estas tropas han venido experimentando, apareciendo, disolviéndose, reorganizándose de nuevo, o cambiando su número, su denominación, la plantilla de su fuerza, su armamento y uniforme».
Esta situación afectaba al espíritu de cuerpo, tanto en los mandos como en la tropa. En este contexto, la rápida propagación del levantamiento de agosto de 1896, junto a las dudas existentes sobre el comportamiento de las tropas indígenas, llevaron al capitán general Blanco a declarar el estado de guerra en el archipiélago y a solicitar el envió urgente de 1.000 soldados de la Península. Se iniciaba una guerra que pondría fin a la presencia de España en aquellos territorios.
El Museo del Ejército, con su exposición temporal '1898 el final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas' quiere rendir homenaje a los que bajo la bandera de España derramaron generosamente su sangre.