Hace unos años, en un viaje a Marrakech, me sorprendió, en el aeropuerto, ver a un gato, sin amo, atravesando la terminal tan campante. Después me enteré que los gatos en Marruecos son animales sagrados y una, que es muy respetuosa con las religiones ajenas, se acostumbró, con ciertas recelo no lo niego, a que los felinos ocuparan lugares privilegiados en sofás, a que se enredaran entre las piernas de los turistas o a que reinasen, orgullosos y engreídos, en cualquier aposento o restaurante del país musulmán.
Esta anécdota de los gatos callejeros en Marruecos me ha venido a la mente ante la realidad que vivimos en los últimos tiempos en nuestro país y en nuestra ciudad, por supuesto, donde las mascotas se han convertido, con buen criterio, en miembros de un hogar en el que, en la mayoría de las ocasiones, escasean los niños. Es de alabar que los humanos mimen a sus animalitos, pero, ¡ay!, la cosa se complica cuando sus amos se empeñan en humanizarlos y, en contra del sentido común, les hacen permanecer en lugares donde las criaturas se sienten extrañas, incómodas e, incluso, exaltadas. Porque, no lo olvidemos, son animales y actúan por instinto, mientras que sus dueños son personas y se comportan, a veces, como auténticos cretinos.
Vamos a ver, ¿qué pinta un perro en un centro comercial? ¿Alguien piensa que su mascota es feliz en un sitio cerrado, ruidoso y repleto de gente que le sacude, sin querer, con sus bolsas o le atemoriza con su griterío inusitado? ¿No creen, amos, que sus animales estarían mejor al aire libre, paseando junto a su dueño y disfrutando de esos campos que aún tenemos en Toledo? Pues debe ser que no, que a estos jovenzuelos, porque la mayoría son gente inexperta en los avatares de la vida, se les ocurre que lo de lucir a su can por los pasillos de un centro comercial es lo más 'cool', lo más vanguardista, para demostrar el amor que les despierta su mascota.
Pero hay más: usted puede salir de un probador de ropa y encontrarse con un perro. Antes, el dueño te espetaba con el clásico "no hace nada". Ahora, no. Ahora te desafían con la mirada. Y también con las palabras, que aquí las personas hemos pasado a un segundo plano. Y si el perro, pobrecito, defeca en el suelo, que lo recoja el servicio de la limpieza, que, eso sí, muchos de estos que 'miman' a sus animalitos de cara a la galería, son humanos incívicos a los que no les preocupa lo más mínimos las huellas que dejen sus animales en cualquier lugar. Aunque pasen niños, discapacitados o mayores obligados a desplazarse en silla de ruedas.
Que los perros son muy fieles es evidente. Si no, muchos de ellos echarían a correr ante la necedad de sus amos. Que conste que tener perro no significa ser imbécil. Aunque algunos demuestren lo contrario.