Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Inculta de mí, no lo había escuchado, o desmemoriada, lo había olvidado, cuando me la dijo alguien con quien compartía militancia. Como sí sabrán, el consejo tenía cero de original, es una cita de Voltaire, y para quienes sufrimos de perfeccionismo e insufrible tendencia a la procrastinación, nos es muy útil.
Hasta aquí tenía escrito para una columna que nunca terminé y que empecé tras saber que el Congreso había rechazado el trámite de la proposición de ley para prohibir el proxenetismo en todas sus formas a finales de mayo. Me daba miedo opinar sobre un asunto del que tengo meridiana opinión: la abolición, pero, creo, no conozco como me gustaría para salir aquí. Así que, procrastiné. La semana pasada llamó a la puerta de mi conciencia y repetí, pero ya no cabe más excusa, en este caso, me digo: tira, que lo perfecto también puede ser enemigo de lo ético.
Hace dos meses, el Congreso no aprobó la reforma del artículo 187 que condenaba, por primera vez, como proxenetismo las tercerías locativas, es decir, a la persona que tiene un puticlub y lo enmascara bajo el nombre de hotel y, por tanto, no es responsable de que se ejerza la prostitución en él. ¿Qué se les pasa por la cabeza? Viviendo donde vivimos no habrán podido evitar pensar en nuestra más cercana actualidad. Pues ahí estaban votando que no a esa reforma, quienes, nos gusten más o menos, nos representan, bajo excusas de todo tipo que, sinceramente, siendo 21 de mayo se concretaban en cuatro sílabas: e-lec-cio-nes. La pena es que las consecuencias las pagan otras. Si escucharon decir que esa reforma era poca y había que ir a por la Ley integral contra la trata, sepan que son distintos asuntos y cuando dieron su no en mayo se daba portazo a la condena al proxenetismo cuya puesta en marcha no necesitaba presupuesto, mientras que la ley, que será presentada en el futuro, precisa mucho. Aquí lo perfecto podría parecer el enemigo, pero era más feo.
Quien me dijo la cita de Voltaire presidía entonces un proyecto que pudo llegar muy lejos pero que, entre otros asuntos, se acabó diluyendo entre egoísmos, personalismos, individualismos y protagonismos, pero, lo peor de todo, es que, con él, los que perdieron fueron sus defendidos, víctimas también de otro tipo de explotación.