Esta medianoche, con las doce campanadas, despedimos un año inolvidable. Trágicamente imborrable. Lleno de ausencias, de dolor, de ruina, de silencio, de abrazos nonatos, de besos secuestrados por la distancia, de brindis acallados por un arma invisible pero letal y universal. Lleno de desesperación.
Esta medianoche también damos, en voz baja pero con la esperanza muy alta, la bienvenida a un año que todos esperamos sea el de la cuasi normalidad, el de la victoria sobre la covid-19. El de la vida y las sonrisas francas y seguras. El de las vacunas salvadoras.
Pero ya sabemos que nada será sencillo ni rápido, ni efectivo cien por cien. Se cuenta con que el camino a recorrer se topará con recovecos y retrocesos, con baches peligrosos, como la ignorancia e insensatez de los antivacunas, o las peleas políticas disfrazadas de sanitarias, o los políticos soberbios y temerarios... Esperemos que esto mengüe progresivamente a base argumentos y didáctica.
2021 requerirá no bajar la guardia y atender ante esta amenaza tan real a los flancos más débiles, como son nuestros mayores y las familias empobrecidas. También se precisará de la solidaridad y ejemplaridad de todos, porque si no se alcanza la ‘curación’ general no podremos movernos con libertad ni como antes de marzo. Va para largo, pero estamos en marcha con ciertas orientaciones fiables.
Y si necesario es igualmente apoyar a sectores económicos muy golpeados por las restricciones impuestas por el coronavirus SARS-CoV-2, no debemos olvidar ni un segundo que resulta vital ahora y siempre fortalecer el sistema sanitario público con profesionales bien remunerados, con instalaciones adecuadamente dotadas y con protocolos y material para posibles rebrotes, mutaciones del virus, nuevas pandemias, etc. Aunque haya sido a un precio demasiado alto, algo hemos de aprender de este periodo tan turbador. Confiemos en que nos quede entre sus posos un mayor respeto hacia el medio ambiente.
Este año nuevo, que nos espera a la vuelta del calendario con frío, con sobriedad, con esperanza y con las vacunas poco a poco administrándose por todo el país y todo el planeta, precisará también del empuje, ejemplo, serenidad y generosidad de la clase política, la gobernante y la aspirante. Las tan manidas expresiones de altura de miras y de defensa de los intereses generales en vez de los partidistas cobran en horas tan difíciles como los actuales más vigencia si cabe. Si cuando comenzamos a ver la luz al final del túnel ellos se enredan en infructuosas luchas de siglas, flaco favor harán a las colectividades de dicen defender. Cada uno desde su posición y responsabilidad ha de aportar. O, al menos, no estorbar. Eso también puede salvar vidas.