Desde Oriente a Occidente. De Bangkok a Londres y Los Ángeles. El mundo entero lloró ayer la masacre del 7 de octubre de hace un año cuando miles de milicianos de Hamás entraron en el sur de Israel sembrando la muerte y el caos: 1.200 muertos y 251 secuestrados.
Cientos de familiares, amigos y algunos supervivientes rezaron y recordaron a sus seres queridos en un aniversario marcado por los bombardeos del Ejército hebreo en la Franja de Gaza, el Líbano y Siria doce meses después del mayor ataque en suelo israelí desde la creación del Estado judío.
Una de las conmemoraciones tuvo lugar en Madrid, donde el padre de Shani Louk, la joven que murió en el atentado del festival Nova y cuya cruel foto en la parte trasera de una furgoneta se hizo viral, realizó un llamamiento para seguir siendo fuertes.
Nissim Louk llamó a preguntarse qué prefiere el mundo, la imagen de su hija feliz como otros jóvenes que disfrutaban en un festival de música o aquella de su cuerpo en un todoterreno junto a hombres armados. «Somos fuertes», insistió el padre, pero reclamó el apoyo del resto del mundo, a la vez que denunció que sin el respaldo de Irán no habría ataques contra Israel.
Evidentemente, uno de los lugares más emblemáticos del memorial a las víctimas de la ofensiva de Hamás tuvo lugar en la explanada donde se celebró la fiesta electrónica, a solo cinco kilómetros del enclave. Allí, una de las supervivientes Mishel Koren ora junto a un pequeño altar en el que ondea una bandera con la imagen de su amiga Noa Farag, una de las 364 personas asesinadas aquella mañana.
Cuando el ataque comenzó, a las 6,30 de la madrugada, Koren logró sacar en coche a sus amigas del festival y condujo hasta el kibutz de Reim, próximo al recinto, donde entraron a un refugio para guarecerse de lo que pensaban que era solo una andana de cohetes.
Noa salió del refugio a fumar para calmar los nervios tan solo cinco minutos antes de la llegada de los terroristas y nunca volvió a entrar: «Fue la primera de la fila en ser disparada», lamenta su amiga.
Mishel recuerda cómo solo siete de las 41 personas que estaban en el refugio salieron con vida después de que los atacantes lanzaran granadas al interior. Ella se salvó gracias a que estaba sentada en el suelo en ese momento y los cadáveres de quienes estaban de pie cayeron sobre ella, cubriéndola. «No sé explicar si estoy feliz de estar viva o si querría estar muerta, porque todo sería más fácil», añade.
Los rehenes, en el corazón
Alejado de la multitud de casi 1.000 asistentes en la explanada de lo que fue el festival Nova, en un pequeño homenaje con bancos presidido por la foto de tres jóvenes, se sienta Omer, abatido. Las tres víctimas de la imagen son su hermano, la novia de este y otra amiga.
«Trato de volver a mi vida, pero no ocurre. Es por la situación en el país», afirma, sobre un Israel aún inmerso en la guerra.
Omer también iba a ir al Nova, pero el 6 de octubre por la noche decidió echarse atrás. Cuando piensa en la actualidad nacional, se limita a decir que no está contento, pero decide no hablar más.
En contraposición, Liya, que perdió a su amiga Ron en el concierto, asegura haber elegido ver la situación con optimismo: «Tenemos que creer que los rehenes van a volver de Gaza», asegura.
Entre los llantos de algunos asistentes, la superviviente Mishel afirma que el país ha pasado página, pero se pregunta: «¿Cómo podemos seguir adelante si sigue habiendo 101 rehenes?».