En el estudio de la historia de los Templarios, como en pocos episodios históricos, se fusionan el trabajo científico y documental con el mito y la leyenda. Este es el planteamiento que sigue María Lara Martínez en su última obra, una guía de ‘Enclaves templarios’ que la editorial Edaf ha enriquecido con una importante colección de fotografías y un desplegable con fechas y datos que sirven al lector para contextualizar la historia y leyenda de una orden que en Toledo dejó huellas.
La visita comienza en el Alcázar. María llega acompañada de un grupo de lectores asiduos a su obra, pues además de los estudios históricos escribe novela. ‘El velo de la promesa’ ha sido premio de novela histórica ‘Ciudad de Valeria’ con siete ediciones, además de estar incluida en la campaña ‘America Reads Spanish’ destinada a promocionar en Estados Unidos la literatura en española.
La primera parada es en el Corralillo de San Miguel, desde aquí se divisa el Castillo de San Servando, que en línea oblicua mira a la Iglesia de San Miguel el Alto.
María Lara Martínez recorre España en busca del Temple. - Foto: Yolanda Lancha Hasta 1308 los muros del castillo sirvieron de fortaleza para estos caballeros. Más tarde, como explicaba esta doctora en Filosofía, el castillo pasaría a la Orden de Santiago, y quizá, se mantengan los pasadizos secretos que unían la fortaleza al otro lado del río Tajo con la siguiente parada, la Iglesia de San Miguel el Alto.
«Aquí podemos observar símbolos relacionados con el Temple, no hay equívoco», comentaba la escritora apasionada del mundo esotérico y del misterio. «En los capiteles hay grabados escudos de la orden y la campana de la torre también pertenece a la época de los caballeros».
En la actualidad este templo permanece cerrado al culto aunque es la sede del Gremio de Hortelanos. Cada año, esta cofradía festeja a San Miguel con una celebración litúrgica a la que asisten, según mantienen algunos toledanos, miembros de la ‘Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, estricta observancia templaria’, una asociación cuyo carácter es un misterio más de todo aquello que rodea al misticismo del Temple.
San Miguel cuenta con uno de los elementos más misteriosos de todos cuanto rodean las huellas de la Orden en Toledo, se trata, como recoge María en la obra ‘Enclaves templarios’, de la pila bautismal con forma de cáliz, que se ha relacionado con el mito del Santo Grial. Este baptisterio, explicaba a las puertas del templo, evoca la leyenda conocida como ‘el bautismo de sangre’.
«Cuando los caballeros estaban organizándose para frenar una ofensiva almohade sobre Toledo el comendador templario vio en las capas de algunos caballeros el rostro de Jesús, lo que entendió como que esos templarios morirían en el combate por lo que no fueron a la batalla, pero a la vuelta los que habían quedado en el templo estaban muertos y momificados». Esta es la leyenda y la lectura que hace María de ella se traduce en que lo acontecido era una demostración divina, explicaba, de que no se puede escapar de los designios de Dios.
«El agua de la pila bautismal se había convertido en sangre y no volvió a su estado natural hasta que el comendador sumergió un crucificado que desde entonces se conoce como el Cristo del Milagro», añadía la historiadora ante la mirada atónita de los lectores que el viernes participaron en esta ruta literaria por el Toledo templario.
Las casas del Temple y el hoy desaparecido Hospital de San Bartolomé son los otros espacios que María buscó y situó en el Casco Histórico. El misterio de los callejones y las plazas de este barrio queda plasmado en la obra ‘Enclaves templarios’ donde se combina la investigación exhaustiva de las fuentes escritas, con la tradición oral y los relatos legendarios que mantuvieron viva la esencia templaria más allá de la hoguera.
La vigencia de la Orden. La Orden del Temple y su vigencia se enmarca en algún que otro documento que como el manuscrito de Chinon hablan de un arrepentimiento del Papa Clemente V y un deseo de absolución de los Templarios que finalmente nunca se llegó a sellar.
De hecho, como recordaba María, en 1981 la Santa Sede hizo un recuento de las organizaciones que podían considerarse templarias y el número fue alto y muchas de ellas estaban en España.
«Hoy en día hay organizaciones, la Orden del Temple como tal, entendida, además de como una dirección religiosa, como una filosofía de vida», explicaba la historiadora para indicar que a los caballeros templarios les redactó la regla «nada menos que San Bernardo quien recomendaba a los templarios del siglo XII, a los que él conoció, que debían ejercitar junto con el cuerpo el espíritu porque la batalla que tenían que librar era una batalla material pero también espiritual».
Con esta filosofía de vida, de superación del cuerpo y elevación del espíritu es con la que las organizaciones templarias siguen perviviendo hoy. Y así, con ese halo de misterio y leyenda, documentos e historia, María ponía fin a la ruta literaria marcada en su nuevo libro y guía ‘Enclaves templarios’.
La Orden en la provincia. La guía no sólo habla de Toledo, la provincia cuenta también con enclaves importantes de la Orden. Los Templarios, bajo el reinado de Alfonso VII, logran el Castillo de Villalba al que pertenecían las casas de Cebolla, las alquerías de Sanchón y la Aldehuela. La leyenda que María recoge en el libro relaciona a los templarios con el hijo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, San Illán, que cuenta con un santuario en esta localidad toledana, entre el castillo y el asentamiento actual del municipio.
Otro castillo templario es el de Consuegra, de fábrica musulmana y al que se le añadieron galerías subterráneas para llegar a la Villa. En ‘Enclaves templarios’ la autora se hace eco de las leyendas que ubican en Consuegra el libro original, escrito en latín y francés, que contenía las reglas y estatutos del Temple.
El despoblado de Malamoneda en Hontanar y su leyenda, así como la Iglesia de Santa María de Melque en San Martín de Montalbán cierran la ruta templaria por la provincia. La flor de lis o las cruces que representan el árbol de la vida decoran los muros de Melque, el santuario en el que se rendía culto a una Virgen negra.