Una vez que el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, se ha visto obligado a dar carpetazo a la investigación por terrorismo de Tsunami Democrátic, el regreso a España desde Suiza de la secretaria general de Esquerra Republicana de Catalunya, Marta Rovira, es cuestión de días. Su presencia en Cataluña y el reencuentro con el factótum de la organización, Oriol Junqueras, ahora en los cuarteles de invierno preparando su vuelta al liderazgo de la formación en el congreso de noviembre, es clave para determinar qué decisión adopta ERC de cara a la investidura del líder del PSC, Salvador Illa, como presidente de la Generalitat.
ERC tiene que resolver un doble dilema, una vez que ambos dirigentes parecen inclinarse por apoyar la candidatura de Salvador Illa como mal menor y evitar así la repetición de las elecciones, en la que todo apunta que obtendrían peores resultados que los cosechados en las elecciones de mayo. Pero para ello tendrían que recabar el aval de la militancia –unos 9.000 afiliados que decidirán el futuro próximo de Cataluña- que pueden revocar la posición mayoritaria entre los líderes de la formación, y llevar al Principado a mantener la paralización que se vive ahora hasta que se aclare el panorama catalán con los nuevos comicios, y de paso afectar a la estabilidad de la legislatura de Pedro Sánchez.
Aunque tanto Rovira, al frente del partido, como Junqueras apuestan por Illa, frente al deseo de Carles Puigdemont de ser investido presidente catalán -para lo que necesitaría una improbable abstención de los representantes socialistas en el Parlament- ninguno de los dos quiere ser quien pida a la militancia que avalen su propuesta, a pesar de que las señales que emite ERC es que las negociaciones con el PSC van por buen camino. En cualquier caso no sería la primera vez que los militantes de ERC se rebelan contra las directrices de sus líderes, y en esta ocasión tendrían sobrados motivos para hacerlo, desde los malos resultados electorales, a los carteles contra los hermanos Maragall.
El segundo dilema, si ERC no tiene otra alternativa que propiciar la repetición electoral, es cómo las van a afrontar, si de nuevo en solitario o en una coalición al menos con Junts, como en 2015, para tratar de lograr la mayoría social y política en Cataluña que han perdido en las pasadas elecciones. Hasta ahora Junqueras ha resistido la presión que ha recibido tanto en la reunión a dos que mantuvo con Carles Puigdemont, en Waterloo, como la que tuvo lugar unos días después en el mismo lugar en la que también participaron la CUP y las organizaciones independentistas Ómnium Cultural y la Asamblea Nacional de Cataluña. La oferta de Junts sería lo suficientemente generosa como para que recuperase parte de la representación perdida en el Parlament y las instituciones catalanas. Pero Junts sigue estando en las antípodas ideológicas de ERC y no olvidan que Puigdemont se fugó o que abandonaron el gobierno de coalición dirigido por Pere Aragonés y que forzaron el adelanto electoral de mayo.
La apuesta de ERC por la investidura de Illa queda además al albur de la decisión de Carles Puigdemont de volver a Cataluña para participar en la sesión de investidura prevista para el 26 de agosto como fecha límite, que propiciaría su detención inmediata por la amnistía inaplicada, y abortaría un voto republicano favorable al candidato socialista.