El primero de Concha y Sierra salió aquerenciado y anclado al piso. A medida que avanzó la lidia fue rompiendo hacia adelante, y Luis David llegó a la muleta con un astado de cierta movilidad y transmisión, que punteaba los engaños y al que el inicio y el final de faena fueron tan meritorios como explosivos, lo que le sirvió para saludar una ovación tras una gran estocada tras pinchazo.
El que hizo cuarto lució un exquisito trapío. Se le coló a Luis David cuando estaba de rodillas en el tercio y lo volteó contra las tablas, para acto seguido también voltear al lidiador. Luego quedó muy mermado el animal y Luis David hizo un esfuerzo ante un animal de Ana Romero que pasaba frenado y midiendo y que dejó lo mejor en el final de faena en dos circulares invertidos que, junto una estocada baja de rápido efecto, logró poner en su mano un trofeo
Cristian Pérez se echó por delante el de Ana Romero y se fue a la puerta de toriles a por el. Blandeó mucho y fue muy protestado, y a pesar de ello logró hacer una inteligente faena a media altura en la que por disposición y ganas bordeó la oreja. Lástima la espada.
El de Concha y Sierra del lote de Pérez fue un animal muy bonito de hechuras, bajito y acapachado de cuerna. Cristian volvió a irse a la puerta de toriles, pero este, en vez de ir hacia él, salió huyendo del torero. A pesar de ello, Cristian lo esperó y le recetó una larga prácticamente los medios. La faena de muleta fue una cátedra de toreo a media altura, tiempos y temple. Estuvo muy muy acertado en todo momento el albaceteño y el estocadón de ley parecía apuntalar la puerta grande, lástima que el presidente no lo vio así y quedó en oreja y dos vueltas al ruedo, en una aciaga tarde del ussía que debiera pensar lo de volver a subirse a un palco, entre las orejas de menos, las que fueron justitas y los toros que no devolvió y debieron haber sido devueltos.
Víctor Hernández lidió por delante el de Concha y Sierra y firmó lo más destacado del festejo. Tras un gran tercio de banderillas de Marcos Prieto y Diego Valladar con los palos y Jarocho en la brega, el alcarreño desplegó un valor seco para ahondar en la movilidad del animal vazqueño. Duró lo que duró y fue francamente bien aprovechado. Cuando empezó a manosear Hernández no lo vio claro con el acero y la faena quedó a menos.
Con el que cerró el festejo, del hierro de Ana Romero, Víctor Hernández dejó lo mejor al natural. Suavidad y cadencia que mezclada con la inspiración maceró una faena importante del alcarreño solamente frenada por la perpendicularidad de la espada que restó muerte y efecto al acero, siendo necesario un golpe de verduguillo. Petición mayoritaria del público y oreja para hernández que empató a uno con sus compañeros.