En este viaje fugaz, la vida, surge siempre la reflexión sobre el final del camino. Una búsqueda constante de repuestas a preguntas que forman una vulnerabilidad eterna. «¿Por qué me toca morir a mí?».
El temor a la muerte emerge como una constante que realiza preguntas fundamentales sobre la preparación del ser humano para encarar su inevitable destino.
El filósofo francés Jean-Paul Sartre destacaba que «la vida no es sino una sucesión de decisiones, y morir es elegir dejar de elegir», la última decisión de la vida. Saber si las personas están verdaderamente listas para afrontar el último acto.
«¿Por qué me toca morir a mí?» - Foto: Yolanda LanchaUna preparación para el fin que se convierte en una reflexión sobre la aceptación de nuestra vulnerabilidad. Una ineludible realidad, la muerte, donde la penumbra de la despedida en muchas ocasiones se hace solo o sola. Precisamente, en esa realidad que nos acaba golpeando a todos, existen individuos que se convierten en faros de luz iluminando el camino con gestos de empatía. Voluntarios de la mano de EAPS FIJS-Toledo. Un voluntariado único y muy especial, «el de acompañar a personas que se encuentran en la fase final de su vida, y a sus familiares». Este voluntariado se enmarca en el Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación 'La Caixa'.
«Es una manera de devolver lo que uno tiene. Uno cuando se mira internamente y ve que es afortunado, porque tengo estabilidad en mi salud, surge la pregunta de: ¿cómo puedo ayudar a los demás?», es el caso de Diana Vidoni del Mestre, voluntaria en EAPS FIJS-Toledo.
Su presencia reconoce la fragilidad de la existencia, y al mismo tiempo, ofrece un recordatorio de la belleza de la vida.
Un día a la semana, Diana asume «este compromiso. Nosotros tenemos unos días y un horario para hacer las visitas. Se trata de tener organización. El paciente nos está esperando. Creamos un vínculo con él o ella, porque están esperando a que les vayamos a hacer la visita, y se preocupan si no vamos, se preocupan también por nosotros... se crea un vínculo con el paciente».
«Primero y principal, cuando llego, yo pregunto si quiere recibirme. Pido permiso, porque no olvidemos que es un paciente que tiene sus problemas, y quizás ese día no esté bien físicamente o anímicamente y no quiere hablar conmigo. Hay que respetar... Con cada paciente es diferente, no hay una pauta establecida. Hay personas que solo quieren que les acompañes, otras quieren hablar, dar un paseo...», añade Diana.
Afrontar la realidad inminente de la muerte de alguien a quien acompañan es una carga emocional abrumadora. La certeza de la despedida crea un profundo dolor, incluso «llegas a atravesar un duelo. Es por eso que el equipo de psicólogos están a nuestra disposición. Afrontar determinadas pérdidas con aquellos pacientes que hemos creado vínculos más fuertes es muy difícil. Durante la pandemia esto era aún más difícil, porque veías al paciente y quizás la próxima semana ya no. Entonces tenías que concentrar toda esa energía en ese momento, para el paciente y familia».
La sombra de la inevitabilidad pesa en los corazones de los voluntarios, en lo más profundo, comprenden el inminente adiós del paciente. «Hay pacientes que se te quedan en el corazón. Nos acordamos de ellos perfectamente». Es por ello, que en lugar de sucumbir al desaliento, estos voluntarios eligen afrontar la realidad con una valentía excepcional. «Sabes que te vas a encontrar con estas circunstancias. Cuando te afeccionas a una persona, porque ya llevas mucho tiempo visitándola, tienes que estar preparado para esos tiempos de bajones. Aunque ahora esa persona esté muy bien, en algún momento la enfermedad le va a pasar factura. Es por lo que hay que saber reaccionar y demostrar a esa persona que en esos momentos duros vas a estar», apunta la voluntaria.
Diana lleva más de siete años en este voluntariado. Algo que le ha enseñado a «vivir la vida. Disfrutarla. Apreciar más a las personas. Aprovechar la vida. Hay una frase de María Teresa de Calcuta que dice: 'que nunca nadie se acerque a mí, sin que al irse se sienta mejor, y sea un poco más feliz'. Es así de simple», destaca Diana.
Una labor, un trabajo, una forma de dar vida sustentada por EAPS FIJS-Toledo, que nace a partir de 2011, con la entrada de los voluntarios. «Me ha cambiado la vida desde que trabajo en esto», afirma Rocío, trabajadora de la organización.
«Suena paradójico, pero es un privilegio poder vivir estas situaciones. Son situaciones tan humanas, un aprendizaje de la forma que tiene la gente a la hora de afrontar estos momentos, que dices: '¡madre mía!, el día que a mí me toque, no sé cómo lo voy a hacer'. Son tan valientes», añade Rocío.
Psicólogos, trabajadores sociales, voluntarios... conforman el equipo multidisciplinar, para «atender todas las necesidades que tiene una persona que llega al final de su vida».
'Buscando un compañero del alma' es el nombre que recibe esta labor social.
Lo más duro, «no poder aliviar todo lo que te gustaría. Cuando una persona joven te dice: 'no me toca morirme ahora'. Tiene toda la razón. Y sientes que no puedes hacer más». Asumir la muerte. Esa inevitable compañera que nos invita a reflexionar sobre la finitud de la vida.