Sobran dirigentes que han perdido sus principios porque se sienten incapaces de contradecir a Pedro Sánchez, por miedo a perder el poder. Pero faltan valientes. Dirigentes que defiendan lo que han defendido siempre en lugar de hacer suyas las mentiras, el engaño y la ambición del presidente de gobierno.
Hace un par de días un compañero de prestigio me confesó lo que le había dicho un dirigente del PSOE que se mueven en las alturas: que está en contra de la amnistía. Fue la semana pasada, cuando ya había fecha para el debate para la toma en consideración de la proposición de ley sobre la amnistía. Todo un signo de cómo se mueve el sanchismo. Conociendo además al personaje, asiduo en los medios de comunicación defendiendo la necesidad de la amnistía por eso tan manido de la convivencia, que abre confianza en el futuro y el bla bla bla, se toma la medida a la categoría personal y política de gran parte de quienes acompañan a Pedro Sánchez.
Al menos los independentistas y los bildueterras tienen principios; deleznables para la mayoría de los españoles, pero principios que mantienen sin cambiar una coma, Son fieles con ellos mismos. Pero los sanchistas… Ahí están las palabras de Pedro Sánchez en el debate de investidura. Ante los ataques del PP por aceptar a Bildu como socio, Sánchez dijo que nunca daría sus votos a ese partido, y recordó al PP que los había dado en cambio a UPN para conseguir así la alcaldía de Pamplona. No tardó mucho en cambiar de opinión, precisamente con la alcaldía de Pamplona, y cualquiera con dos dedos de frente deduce que esa importante alcaldía formaba parte de lo que exigía Bildu a cambio del apoyo a la investidura. Como es exigencia de Puigdemont mantener una reunión con Pedro Sánchez, no se conforma con ministros y colaboradores.
El PNV ya puede echarse a temblar. Se convirtió en incondicional de Pedro Sánchez porque creía -ya se ha caído del guindo- que no debía preocuparse si Bildu ganaba las cercanas elecciones vascas, no perdería el gobierno partido porque Sánchez es fiel a un PNV que le llevó a Moncloa a través de la moción de censura a Mariano Rajoy; además, en estos cinco años, ahí ha estado para dar sus votos a Sánchez en situaciones difíciles. Ahora ha comprendido que Sánchez no se casa con nadie excepto consigo sí mismo, y que de la misma manera que se deshizo de destacados socialistas a los que debe su carrera política, con más razón puede decir al PNV "ahí te quedas". Sin importarle su propia palabra ni, mucho menos, la trayectoria de un partido que ha sido brazo político, y no siempre solo político, de una banda terrorista.
Lo sorprendente es que en un partido como el PSOE, no haya un valiente que plante cara a Pedro Sánchez.