Carlos Mazón tendría que dimitir, pero no quiere hacerlo. También Pedro Sánchez tendría que dimitir, pero tampoco quiere hacerlo.
Uno y otro ponen como excusa que no son responsables únicos de la devastación provocada por la Dana, y en buena ley no lo son; pero su falta, su pecado político, fue no estar a la altura de lo que se espera de un jefe de gobierno.
Mazón dio muestras claras de su incompetencia y de verse desbordado por los acontecimientos; el caso de Sánchez es más grave porque lo que transmitió fue absoluto desinterés por las consecuencias de la catástrofe. Con la sospecha de que se apuntó a la posibilidad de hacer un roto a su adversario Feijóo al hacerse visible la falta de iniciativa de su presidente regional.
El propio PP vive con incomodidad indisimulada la decisión del presidente valenciano de continuar al frente de su gobierno. Feijóo no puede cesar a ningún alto cargo elegido, solo le cabría la expulsión del partido y que los propios parlamentarios regionales dejaran de prestar apoyo a su líder. Ocurre lo mismo con Pedro Sánchez, ni siquiera puede ser expulsado de su partido. Lo fue una vez, por tramposo, pero cuando regresó ganando unas primarias, lo primero que hizo fue cambiar los estatutos para que la ejecutiva no pudiera relevar al secretario general.
Los españoles no merecen que las rivalidades entre partidos o dentro de un mismo partido, influyan en decisiones que urge resolver. En la España actual de mediocridad en las alturas, con escasas excepciones, la diligencia en el ejercicio de las funciones de cada uno está más condicionada por las ansias de lograr o mantener poder que por asumir con eficacia las responsabilidades que les corresponden.
De Mazón se esperaba más, aunque quedó muy marcado por la urgencia, al ganar las elecciones, de llegar cuanto antes a un acuerdo de gobierno con Vox, sin pensar en sus consecuencias para el futuro del PP nacional. Puso como excusa que debía resolver el asunto antes de una fecha límite, pero todo el mundo sabe que siempre hay manera de obviar esas fechas límite. En grandes negociaciones internacionales, directamente se paran los relojes. Maniobra que se acepta con naturalidad.
De Pedro Sánchez, en cambio, no se podía esperar que asumiera sus responsabilidades. Siempre ha estado en otra cosa, en tomar decisiones que le aseguraran su continuidad en el poder. Solo las urnas nos pueden salvar de él. A no ser que él mismo decida dimitir, pero da la impresión de que ni se lo plantea. En cuanto a Mazón, Feijóo tendría que pensar en la manera de impedir que su empeño en seguir al frente del gobierno valenciano no abrase aún más al PP y a su presidente.
Feijóo se está dejando la piel por su partido y por los españoles … pero no cuenta con el mejor equipo para alcanzar algún día La Moncloa.
La Dana pasará factura a Sánchez y a Mazón… pero para su desgracia, también a Feijóo.