Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Gervasio, el Ronco

22/05/2024

Gervasio, el Ronco, cuando estaban echando cemento con la grúa en la obra de uno de los bloques de la Caja de Ahorros, resbaló del andamio y se cayó de un tercer piso a la calle con tan buena suerte de aterrizar encima del montón de arena. Ni un rasguño. Ni una magulladura. Ni un triste dolor. Que qué menos que haberse torcido un tobillo… Un milagro. Y de los gordos.
- ¡Menudo pelotazo! Que fue visto y no visto, joder -asegura-. No sé enteró ni Cristo. Me levanté y me eché dos cigarros deseguidos, sentao en unas bovedillas allí orilla, sin dejar de mirar embelesao la marca que planté en la arena. Medía más de una cuarta de profundo. Ya digo, como clisao. Y p´arriba, que cuando subo me dice el encargao: Ronco, ¿dónde hostias te metes? Y yo, a ver, qué le iba a decir: de cagar vengo, señor Felipe, de cagar…
Gervasio, el Ronco, le compró a Vallejo un Renault 8 azul celeste de segunda mano y lo fue llenando de pegatinas. El vehículo traía del otro amo sólo un adhesivo en el que rezaba: Santísima Virgen de Chilla, Candeleda. Debía de ser de la Sierra. Gervasio, el Ronco, en cuanto arregló los papeles en la gestoría de la estación de autobuses, se acercó a Repuestos Orduñez y compró todas las del catálogo y las fue colocando con mimo en la luna trasera. Después que la llenó, pasó a los cristales de las puertas de atrás y más tarde a la carrocería. No dejó ni un hueco libre y ninguna repetida. Las encargaba a sitios de toda España y las pagaba contrarrembolso. Algunas eran muy vistosas e historiadas. En la luna delantera solo puso un quitasol de la discoteca Boquerón de Plata de Velada para no estorbar la visibilidad y porque los motoristas te denunciaban, claro.
-Ronco, ¿cómo te dio por aquello?
-Coño, que cómo me dio por aquello, que cómo me dio por aquello…, pues porque me dio. Otros tienen otras tontunas y a mí no me parece ni bien ni mal ni regular. Cada cual que haga lo que le salga de la punta del bolo. Para eso hay libertad y democracia, ¿no? Pues ya está. ¡Y lo que os gusta tocar los cojones, macho!