De vuelta a las colas en el supermercado

Agencias
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Evocando a algunas de las estampas vividas durante la pandemia, miles de personas, presas del desconcierto, volvieron a inundar las tiendas que permanecieron operativas pese al apagón

Las baldas se quedaron vacías de garrafas de agua y papel higiénico. - Foto: A. Esteban (EFE)

Más de cinco años después de la pandemia, donde los ciudadanos fueron testigos -además de la tragedia- de estampas históricas como las largas colas en los supermercados, ayer casi toda España experimentó, sin llegar a ese punto, algo similar. Y es que estos establecimientos se llenaron de ciudadanos que, presos de la inquietud, volvieron a dejar vacías las estanterías de productos básicos, como garrafas de agua o cajas de leche. Algo que sucedió antes de que se vieran obligados a cerrar por el apagón, aunque superficies como Mercadona o El Corte Inglés siguieron operando gracias al funcionamiento de sus grupos electrógenos.

Ciudades como Madrid, sumida en un corte de suministro que cruzó fronteras, se convirtió en una coreografía de colas para comprar provisiones y cuerpos apoyados sobre las entradas de tiendas, que cerraban sus verjas o colgaban el cartel de «cerrado», esperando a que la incidencia fuese algo pasajero.

«Se puede entrar, solo que hay aforo completo, pero se puede acceder y pagar con tarjeta», explicó un trabajador de una cadena que, junto con el guardia de seguridad, estableció un orden de entrada conforme se agolpaban en la acera los vecinos.

El caos que dominaba las calles, con semáforos apagados, autobuses repletos, largas colas para el transporte público y el desconocimiento e incredulidad de los ciudadanos ante la falta de electricidad, contrastó con el orden de los supermercados.

Los que esperaban para entrar en las tiendas lo hicieron detrás del último de la fila y en silencio, con la lección aprendida de la COVID-19; los que salían volvieron a sus casas con carros de compra repletos de comida, numerosas garrafas de agua y papel higiénico.

A pocos metros, las puertas de otra cadena de supermercados permanecieron cerradas, ya que no todas decidieron mantenerse abiertas ante la falta de electricidad. «Y ahora, ¿qué como yo?», se escuchó en una conversación entre vecinas.

En la calle, los alimentos también formaron parte del diálogo, dado que la falta de luz imposibilitó cocinar a muchas personas, ya que no se pudo encender las vitrocerámicas o mantener la comida refrigerada.

En una tienda de pollos asados, no se admitió a más personas porque el local estaba lleno. Mientas, algunos optaron por las tiendas de comida ya preparada para salvar la jornada.

En los bares, las luces apagadas no evitaron que los consumidores que ya estaban dentro, una vez se produjo el apagón, permanecieron en ellos terminando sus consumiciones, aunque esta circunstancia coincidía con ser lunes, día en el que muchos hosteleros cerraron por descanso.

En el trasiego de las calles del centro de Madrid se mezcló el camino de aquellos que volvían a sus casas con provisiones -garrafas de agua y papel higiénico- con la mirada de los que permanecían en los bares a la espera de que la normalidad regresara al país.

Un 'salvavidas'

Los supermercados que siguieron abiertos durante el caos, como Mercadona y El Corte Inglés, salvaron su actividad gracias a los equipos de generadores eléctricos con los que cuentan estas empresas.

No obstante, otras compañías cerraron algunas de sus tiendas debido a la situación generada tras este corte del suministro ya que «no podían operar», mientras comunicaron que sus almacenes estaban operativos, pero «con limitaciones».

Desconectados

Otra de las imágenes que dejó la jornada en medio del desorden fue la de millones de ciudadanos mirando el móvil, esperando un wasap o una llamada de alguien que le aclarase lo que estaba ocurriendo.

Aun así, la cobertura y los datos iban y venían y a alguno se le acababa la paciencia. «Y nosotros, sin internet, ¿qué hacemos?», comentó una persona mientras emprendía el camino de vuelta por una céntrica calle de Madrid.

No obstante, los mensajes -a cuentagotas- llegaban, debido a que, como los supermercados, las antenas de telefonía móvil suelen estar equipadas con baterías o generadores de emergencia para garantizar la continuidad del servicio.