La cita que decidió una moneda al aire

C. de la Blanca (SPC)
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La ‘Azzurra’ se proclamó campeona continental.

Como la Eurocopa es el torneo de las sorpresas, también lo es de las historias. Y una de las más llamativas sucedió en 1968. Italia se medía a la Unión Soviética en busca de su primer gran título desde 1938. Su rival ya había ganado en 1960 y se había quedado a las puertas de hacerlo en 1964, pero esa vez se quedaría aún más lejos. La 'Azzurra' resistió en un mal partido que se decidió tras la prórroga, pero no desde el punto de penalti, sino con el lanzamiento de una moneda al aire. Salió cruz, justo lo que escogió Giacinto Faccetti, y los transalpinos se clasificaron para la final.

«Me junté con el capitán ruso y fuimos al vestuario acompañados por dos directivos de las dos selecciones. El árbitro sacó una moneda y yo elegí cruz. Y fue la decisión adecuada porque Italia se clasificó. Subí corriendo las escaleras de un estadio todavía lleno. Unos 70.000 aficionados esperaban el resultado. Con mis celebraciones se dieron cuenta de que podían festejar la victoria italiana», declaró el defensa.

Aquel encuentro de semifinales fue de una exigencia tremenda para la 'Azzurra'. Aún sin los cambios instaurados, los italianos tuvieron que jugar con un futbolista menos durante gran parte del compromiso por la lesión de Gianni Rivera. Esa desventaja se unió a la inseguridad del conjunto de Ferruccio Valcareggi, que se presentó en el torneo tras quedar eliminado también por los soviéticos en la Eurocopa anterior.

Todo ello, además de las inclemencias climatológicas, que dejaron casi impracticable el césped de San Paolo, se alió para que el encuentro fuera muy plano, casi sin ocasiones y en el que los dos conjuntos, sobre todo los anfitriones, pusieron más énfasis en defender que en atacar. La URSS también tenía bajas como Khurtsilava o Chislenko. Dino Zoff vivió su primera gran noche con la selección, desbaratando el poco peligro que su adversario generó. Domenghini, casi al borde de la prórroga, se topó con el palo y habría podido cambiar las cosas, pero todo se decidió con aquella moneda al aire. Fachetti, además de un gran defensor, también era bueno en los juegos de azar. Esa noche quedó demostrado.