Que la sociedad occidental está secuestrada por el infantilismo es una idea cada vez más popular en todo el mundo. Más popular, por supuesto, cuanta más edad tenga la persona a la que preguntes. Pero el superventas sobre el asunto lo ha escrito quien menos te esperas, un profesor de criminología de Copenhague, Keith Hayward. El ensayo parece haberlo leído todo el mundo este verano, a tenor de la cantidad de reseñas que han aparecido en septiembre.
Hayward sostiene en Infantilizados que las generaciones más jóvenes, a diferencia de sus predecesoras, han dejado de madurar al ritmo esperado, y la culpa recae, según él, en una cultura que ha perdido de vista los valores tradicionales. Las señales, dice, están por todas partes: adultos que se niegan a abandonar comportamientos juveniles, que prefieren la comodidad de la niñez al duro rigor de la vida adulta.
En muchos casos, los jóvenes permanecen en casa hasta bien entrados los 30, postergando la independencia financiera, el matrimonio y la paternidad. Las causas, sugiere Hayward, son evidentes en una cultura pop que glorifica personajes que encarnan un estilo de vida permanentemente adolescente, lleno de entretenimiento y escapismo superficial.
El libro tiene varios capítulos que dejan pensando. No solo de los más jóvenes, sino también de la generación de Hayward. Sin querer hablar de ello, el autor no para de retratar a aquellos que educaron a estos adultos infantilizados y los convirtieron en lo que ahora son. Fueron sus padres, sus profesores, sus políticos, los directivos en casas discográficas, estudios cinematográficos y editoriales.
A Infantilizados también le falta cuestionar si, en lugar de infantilización, lo que estamos viendo es una redefinición de lo que significa ser adulto en una sociedad en constante cambio, con retos y presiones muy diferentes a los de hace medio siglo. Se echa igualmente de menos una comprensión más amplia sobre lo que realmente significa crecer, educar y enfrentarse a la realidad moderna.