Afirma Francisco Villalengua García que Novés se fundó en el año 1803 después de la creación del mundo, poco después que la ciudad de Toledo, con lo cual «se ve claramente su antigüedad», teniéndose por probable que fueron griegos los que fundaron este lugar, dato que en otras historias legendarias de varios pueblos de la provincia también encontramos. Así lo describe en un curioso manuscrito conservado actualmente en el Archivo Histórico Nacional (Universidades, 568-Exp. 8) donde explica la historia detallada de la localidad, así como otras tantas informaciones relativas a la sociedad, religión y costumbres de Novés. Afirma el autor que cuando se fundó Novés se hicieron unas chozas o barracas toscamente fabricadas y que tiempo después fueron desamparadas por temor al ataque de los Caldeos. Continúa el autor narrando la historia de la localidad y afirmando que fue el pueblo hebreo, quien la denominó Nobe a imitación de otra ciudad homónima que había en Palestina, lugar que fue refugio sacerdotal ubicado a cinco leguas de Jerusalén; como Novés se encuentra a la misma distancia de Toledo que desde Nobe a Jerusalén, esa fue la causa de llamar así a la toledana Novés.
Avanzando en el tiempo y dejando atrás algún otro episodio descrito sobre Nabucodonosor y sus soldados, la crónica de Villalengua llega al año 38 después de Cristo, momento en el que San Elpidio era arzobispo de Toledo y año en el que el autor asegura que fue traída a Novés una imagen de la virgen, que había traído el mismísimo San Pedro a España, y que sería colocada en un templo de la localidad. Se le daría culto a esta imagen en la iglesia parroquial de Novés hasta el momento de la dominación musulmana (s. VIII), cuando los vecinos la ocultaron para preservarla del enemigo. De aquella época se guardaba aún en el s. XVIII la costumbre de poner anualmente escrito en una bandera, el Santo Evangelio de San Juan y se colocaba en su iglesia parroquial. A finales del s. XI cuando es reconquistada la ciudad de Toledo por Alfonso VI, este rey dona al arzobispo don Bernardo la villa de Novés, quien mandó reedificar la iglesia por hallarse deteriorada, lo que empezó a realizarse en el año 1086, momento en el que se dedicó a San Pedro como así estaba anteriormente a la dominación, al cual se le nombró además, patrón del lugar.
Ya en el siglo XIV, continúa el cronista informando que en Novés residían 250 vecinos (algo más de mil habitantes) y reinando don Pedro I, llegó la peste al lugar, a lo que se sumó la falta de alimentos, provocando todo ello un importante descenso de la población que llegó hasta los casi 300 habitantes; estas calamidades se achacaron a un castigo divino provocado por «las crueldades del rey». Se confirma en el texto la lealtad al rey que siempre han tenido los vecinos de Novés y como sabemos, después de ser propiedad de la iglesia, la villa y su contorno pasó a incorporarse a la corona. Ya en tiempo de la Guerra de las Comunidades, el famoso Juan de Padilla tuvo un palacio en Novés, que fue demolido posteriormente y el solar donde se situaba sembrado de sal, como ocurrió con otros tantos edificios relacionados con líderes comuneros. El lugar donde se situó aquel palacio de Padilla, cuenta el autor que en el siglo XVIII lo llamaban la plazuela del Duque.
Por lo que respecta al culto cristiano, en el documento se explica que antiguamente existió una ermita en la salida de la calle de Portillo, en una tierra que fue del mayorazgo de José Gil de Rozas y donde se veneraba una imagen de Santa Ana. Además, un poco más delante de esta ermita se encontraba la cruz del Calvario, junto a la cual existía otra ermita con la imagen de San Sebastián, la cual se arruinó y el pueblo levantó otra nueva, que fue arrasada después por una avenida de agua, recuperándose la imagen que se llevó a la iglesia principal de Novés. Por tanto, en 1793 según Francisco Villalengua existían: la ermita de Nuestra Señora de la Mongía, a media legua de la población, la del Santo Cristo de la Sangre y la de San Roque. En cuanto a las cofradías constituidas en Novés en aquel año, se citan la Sacramental y su Esclavitud, la de la Preciosa Sangre y Veracruz, la del Rosario y su Esclavitud, la de la Concepción de María Santísima, la de la Función de Nuestra Señora, la Esclavitud del Cristo de la Columna, la Esclavitud de San Pedro Apóstol y la Esclavitud de las Ánimas Benditas, señalándose que todas las procesiones que se hacían en el pueblo eran especialmente «lucidas y vistosísimas». La iglesia parroquial afirma el autor, tiene unos magníficos retablos, y añade que su retablo mayor lo ajustó en 1682 el maestro ensamblador y toledano Lupercio de Falces por 32.000 reales, el mismo que también trabajó en las iglesias de San Juan Bautista y Santa Justa y Rufina, ambas de la ciudad de Toledo. Este retablo sería destrozado durante la Guerra Civil española.
Igualmente encontramos la referencia a «uno de los tesoros que goza este pueblo», es decir la reliquia del Lignum Crucis, propia de la cofradía de la Preciosa Sangre y Veracruz, de la cual se afirmaba su autenticidad gracias a las «auténticas» o documentos que afirman su origen, donde constaba que el pedazo de madera se había cortado y extraído del «pedazo grande de la cruz de Nuestro Salvador, que se guarda en lo interior de la capilla de Nuestra Señora del Milagro del convento de las señoras Descalzas Reales de Madrid», siendo donada esta reliquia por la serenísima señora doña Mariana de Austria, a su confesor el venerable padre fray Francisco Fajardo, franciscano natural de Novés, quien la cedió a la iglesia parroquial con la condición de realizar una función el día de la Invención de la Santa Cruz. Otra curiosa reliquia que aparece en el documento es un hueso de San Juan de Dios, así como otras tantas que no se detallan.