Los niños de la inclusa de Madrid

Juan Vargas (EFE)
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La primera novela de Soraya Romero, 'Las semillas del silencio', nace de la historia real de bebés, como su bisabuela Gerónima, que fueron abandonados en los tornos de un hospicio de la capital

Los niños de la inclusa de Madrid - Foto: Javier Lizón

La curiosidad por rastrear su genealogía llevó a la periodista y escritora Soraya Romero (Madrid, 1983) a desenterrar la historia de su bisabuela Gerónima, una de las miles de niñas que fueron abandonadas, durante siglos, en la inclusa de Madrid, y cuya vida ha plasmado la autora en su primera novela, Las semillas del silencio (Ed. Kailas).

Desde el siglo XVI y hasta una fecha tan tardía como 1983, las inclusas funcionaron acogiendo niños abandonados, muchos de ellos bastardos, configurando una realidad con «una doble cara un poco perversa», donde «la caridad tiraba, pero la falta de humanidad también estaba muy presente», afirma Romero.

Sólo en Madrid, según las estimaciones de la autora, hubo aproximadamente 650.000 niños incluseros, generalmente «abocados a una vida miserable» y marcados por «el estigma». Una fue su bisabuela, que «tuvo suerte» y pudo salir adelante, pero que se fue del mundo «sin saber quién era, preguntándose por qué la habían abandonado y por qué su madre no la quería».

Cuenta Romero, residente en Suiza desde hace 10 años, que todo empezó cuando se hizo donante de médula de la Cruz Roja. La ONG ofrece a los donantes un servicio que calcula sus coincidencias genéticas a nivel mundial, lo que despertó la curiosidad de la periodista, que se decidió a elaborar su árbol genealógico familiar.

«Ahí topé con un obstáculo, que era el origen de mi bisabuela»: nadie en la familia sabía quién fue y ni siquiera tenían muy claro dónde ni cuándo nació. «Por la familia pululaba el término inclusera», pero «nadie había tirado nunca de ese hilo», asegura.

Un pariente lejano le dio dos pistas clave: su bisabuela podía haber nacido en Madrid (no en el pueblo abulense de Serranillos, como creía Romero) en 1873 o 1874. Con esos datos y la sospecha de que había sido inclusera, Romero empezó a buscar a su bisabuela en el Archivo de la Comunidad de Madrid.

«La suerte y la pericia estuvieron de mi lado, y la pude encontrar (...). Me había prometido que si la encontraba, escribiría, y aquí estamos», relata la autora, que descubrió que su bisabuela había nacido en la Casa de la Maternidad de la inclusa de Madrid, en la calle Embajadores, el 5 de diciembre de 1874, siendo abandonada tras el parto.

A partir de ahí, Romero fue desarrollando «en paralelo» la investigación y la escritura de la novela, donde «hay una parte de hechos probados» y otra más ficcionada.

No obstante, la escritora destaca haber hecho, asimismo, «un trabajo enorme» para documentar y recrear el Madrid de finales del siglo XIX, con la idea de «ofrecer al lector un paseo» por la ciudad de antaño, introduciendo numerosos lugares y personajes reales.

La investigación llevó a Romero a indagar abundantemente en la historia de las inclusas, instituciones que operaron en diversos puntos de España y nacieron «con un buen fin: reducir la mortalidad de esos niños» que fueron abandonados.

Pero su realidad era agria. «La mortalidad allí era terrible: no había medios, no había suficientes amas de cría para amamantar a todos», asevera la escritora, quien apunta que, por mucho que las inclusas pudieran salvar a los niños de una muerte segura, «había muy pocos que llegaran al primer año de vida», explica, y lo cuenta en las 256 páginas de la novela.

Romero no ha conseguido esclarecer el motivo del abandono de su bisabuela. Sí consiguió descubrir que su madre se llamó Hipólita Juliana López, y que se quedó embarazada de Gerónima después de haber enviudado; después del parto se pierde la pista. En la novela, Romero ubica el origen de su bisabuela en una familia burguesa cuya primogénita queda embarazada de una hija ilegítima.

También existía todo un «estigma» en torno a estos niños, marcados frecuentemente con apellidos como De la Cruz, De la Paz o Expósito. Cuenta Romero que el político y médico Méndez Álvaro escribió, por ejemplo, «que eran niños condenados a una vida miserable porque tenían en los genes el vicio, la predisposición a contraer enfermedades venéreas».

Dadas las circunstancias, Gerónima, que tras ser prohijada por tres familias de acogida distintas se instaló definitivamente en Candeleda (Ávila) después de casarse, «tuvo suerte», a ojos de su bisnieta. «No sé si alguna vez fue feliz, pero pudo elegir con quién se casaba, y tuvo seis hijos», apunta.

La inclusa de Madrid cerró oficialmente el 3 de enero de 1983, tomando el relevo los servicios sociales, y Romero considera que fue «la antesala de toda la trama de niños robados que se produjo en España después del franquismo».

La periodista agradece el apoyo de su familia a Las semillas del silencio, que ha sido total, pero no deja de pensar que el recuerdo de su bisabuela podría haberse esfumado fácilmente. «Nadie se atrevía a abrir esa caja, era como un tabú», recalca.