Ciudad Real es el único lugar de la Unión Europea donde se sabe de forma fehaciente que hay yacimientos explotables de tierras raras como el neodimio y el praseodimio. Se trata de tierras raras consideradas críticas porque el proveedor actual casi único es China, quien «anunció hace un par de años que iba a poner límite a la exportación». De ser así, «la industria española y europea tendría un serio problema para ser competitiva en la fabricación de coches eléctricos de calidad», ya que estos metales se emplean para realizar aerogeneradores e imanes que hacen funcionar los motores de los vehículos eléctricos, por lo que «sin el suministro de China no se podrá seguir fabricando coches eléctricos ni aerogenadores eficientes», comenta María Jesús González. Ella es la secretaria general del GEMPE/c, un grupo de trabajo creado por el Instituto de Ingeniería de España y la Asociación para la Transición Energética que busca difundir la importancia de las materias primas críticas y estratégicas a través de actividades y sesiones informativas.
La transición energética «peligra» y la Comisión Europea es consciente de ello, pues ya en 2020 publicó «un documento describiendo las dificultades de suministro de materias primas necesarias para la informatización y la electrificación». Más tarde, en 2023, el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea aprobaron un reglamento sobre las materias primas fundamentales para Europa. Y en él se «habla de las tierras raras porque son las más críticas de todas». Por ello, ante este escenario, no es de extrañar que la empresa Quantum Minería haya puesto su mirada en la provincia de Ciudad Real, en concreto en la zona de Santa Cruz de Mudela, Torrenueva y Valdepeñas, donde se puede extraer el neodimio y el praseodiomio.
No es la primera vez que Quantum Minería se fija en Castilla-La Mancha. Ya lo hizo en 2014 en el Campo de Montiel. En aquella ocasión pretendía extraer monacita gris, otra tierra rara, pero el proyecto, denominado Matamulas, fue rechazado por el Gobierno regional de entonces. La justicia dio carpetazo al proyecto en 2021 tras una evaluación de impacto ambiental desfavorable, aunque la sociedad civil dejó también patente su posicionamiento contrario a la minería de tierras raras con varias manifestaciones.
Para González nada tiene que ver un proyecto con otro. Argumenta que son varias las diferencias «fundamentales». Una de ellas, el contexto. «Hace quince años solo los muy expertos sabían lo que eran las tierras raras y la importancia que tenía extraerlas. Por aquel entonces nadie tenía interés y hoy, hay un interés mundial para desarrollar materias primas críticas», señala al tiempo que declara que ahora, años más tarde, «no solo se pretende desarrollar la zona donde existen esos recursos mineros sino también la industria y la investigación». Es otra de las diferencias, puntualiza la secretaria general del GEMPE/c, quien asegura que «se trata de dar un valor añadido al territorio, quien debe beneficiarse de la mina con una cadena de valor que impulse el desarrollo de la zona y de la región».
Las asociaciones ecologistas, agrupadas en la Plataforma Sí a la Tierra Viva, alzaron la voz hace diez años y han vuelto a reactivar su lucha contra este tipo de iniciativas por sus «múltiples impactos negativos». Esta vez al considerar que se asienta en una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y donde existe la presencia del águila imperial ibérica y poblaciones constatadas de lince ibérico.
Enrique Burkhalter conoce muy de cerca el nuevo proyecto de Quantum Minería. Asegura que se trata de una investigación proyectada en fases. En la primera se mira los mapas geológicos y se separa las zonas favorables y desfavorables, de tal forma que «se han identificado unas 2.000 hectáreas favorables en unas cinco zonas separadas entre sí, por lo que se ha pedido investigar 9.000 hectáreas con el fin de «cubrir todo lo que pudiera tener interés». Los permisos de investigación, señala, se tienen que pedir por cuadrículas mineras (más o menos 30 hectáreas por cuadrícula) y hay que pagar unas tasas, más o menos la primera cuadrícula cuesta 3.000 euros y cada una de las siguientes €25, por lo que «pedir 9.000 hectáreas en lugar de 2.000 sale mucho más barato», argumenta.
El siguiente paso, el segundo, será recoger mil muestras superficiales de un litro cada una. Se hará con «una palita de jardín y una jarra de plástico sobre sembrados que se echan en bolsas para enviarlo a un laboratorio y conocer la cantidad de tierras raras que contiene cada muestra». De tal forma que si todo va bien, y los resultados son positivos, la tercera fase consistiría en definir unas zonas que con suerte podrían alcanzar unas 200 hectáreas donde hacer calicatas (una zanja pequeña) con una retroexcavadora de 2,5 metros de profundidad media afectando a una superficie de 1,5 metros cuadros. El terreno se queda restaurado después de rellenar la calicata de forma inmediata», añade.
Diferentes fases, insiste Burkhalter, en las que se tomarán medidas de precaución durante toda la investigación. Así, por ejemplo, «no se actuará en zonas de protección arqueológica ni durante la época de cría de las aves, y se muestreará sobre terrenos de cultivo que son arados de forma continua».
«No es hacer un proyecto minero de cualquier manera», enfatiza González, sino que cumpla con la normativa española y europea de protección medioambiental. Y es que, «tener la minería como recurso es una bendición. No es una maldición». «En este tipo de minería no hace falta hacer galerías ni dejar huecos en el terreno. Es una actividad sin impacto medioambiental», subraya la secretaria general del GEMPE/c, quien aún no entiende «cómo un recurso tan importante, tan estratégico y con tanto valor no se quiera explotar». «¿Por qué no se ha hecho ya?», se pregunta.