Una extraordinaria bola de fuego cruzó el cielo nocturno en la noche del 16 de marzo, a las 2.54 horas (hora local peninsular española). Su brillo fue superior al de la luna llena y fue grabada por los detectores que la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa (Red SWEMN) opera en el Complejo Astronómico de La Hita (Toledo).
Estos detectores trabajan en el marco del Proyecto SMART, que se coordina desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) con el objetivo de monitorizar continuamente el cielo para registrar y estudiar el impacto contra la atmósfera terrestre de rocas procedentes de distintos objetos del Sistema Solar, ha informado el Complejo en nota de prensa.
También ha sido grabada por los detectores que este mismo proyecto de investigación tiene instalados en los observatorios de Calar Alto, Sierra Nevada, Sevilla, La Sagra (Granada), Huelva, El Aljarafe y La Hita (Toledo).
Esta bola de fuego ha sido analizada por el investigador responsable del Proyecto SMART, el astrofísico José María Madiedo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Este análisis ha permitido determinar que la roca que originó este fenómeno entró en la atmósfera terrestre a una velocidad de unos 61 mil kilómetros por hora y procedía de un asteroide.
Estas rocas que se cruzan con la órbita de la tierra reciben el nombre de "meteoroides". El brusco rozamiento de la roca con la atmósfera a esta enorme velocidad hizo que la roca (el meteoroide) se volviese incandescente, generándose así una bola de fuego que se inició a una altitud de unos 91 kolómetros sobre la localidad portuguesa de Foros de Vale Figueira (oeste de la región de Évora).
Desde allí avanzó en dirección noreste y se extinguió a una altitud de unos 19 kilómetros sobre la localidad de Cano, ubicada al sur de la región del Alentejo (zona centro de Portugal). Su gran luminosidad hizo que este bólido se pudiera ver desde más de 600 kilómetros de distancia.
A lo largo de su trayectoria mostró varias explosiones que provocaron aumentos súbitos de su luminosidad y que se debieron a diversas rupturas bruscas de la roca. La bola de fuego recorrió una distancia total en la atmósfera de unos 87 kilómetros antes de extinguirse.
No obstante, el análisis preliminar del evento indica que la roca no se destruyó completamente en la atmósfera: una parte de ella habría sobrevivido, cayendo al suelo en forma de meteorito en Portugal.