El temor de los 'antis' está sobre la mesa: ¿y si Luis Enrique vuelve a conseguirlo? De momento, hoy regresa a unas semifinales y tiene colgado el cartel de favorito, ya que lo hace a los mandos de un lujoso PSG enfrentándose al equipo más débil de la ronda, el Dortmund. Con los pronósticos más lógicos sobre la mesa, 'Lucho' estaría de nuevo en una final. Y quizás, después de 11 años y más de 1.300 millones de inversión total (balance gastos-ingresos), el sueño de Catar para París se haga realidad. Tres partidos tienen la respuesta.
El asturiano ya es campeón de Francia. No ha tenido un viaje fácil, ya que los pesos pesados del equipo no querían a un técnico de su perfil, más exigente que negociador, constructor de equipos de enorme intensidad en el que no caben los 'vividores'. En este sentido, tuvo un golpe de relativa fortuna cuando no hubo acuerdo de renovación con Messi y cuando Neymar puso rumbo a Arabia. Dos maniobras que le permitían tener a Kylian Mbappé como único 'consentido' del grupo.
A partir de ahí, reconstruir al bloque no iba a ser tanto un problema económico (el PSG gastó 455 millones de euros) como deportivo. Al exseleccionador español le tocaba darle la vuelta al estilo del combinado galo como a un calcetín: del mediocampo salieron Verratti, Paredes, Wijnaldum y Renato Sanches. Todo debía cambiar… y Luis Enrique encontró el terreno perfecto para trabajar: futbolistas con hambre, calidad, futuro, físico y compromiso. Le quitó galones a Danilo para dárselos a Vitinha (24 años), ha entregado el eje a jugadores como el uruguayo Ugarte (22) o Zaire-Emery (18), convirtió a Kang-In Lee (23) en una apuesta personal para ejecutar su característica presión y se apoyó en Fabián Ruiz (28), un futbolista que lo mismo devora kilómetros que toca con increíble precisión.
En definitiva, el asturiano quería construir un ecosistema que protegiese ese flanco izquierdo en el que Kylian Mbappé (25) es el jugador más desequilibrante del planeta. En su temporada más realizadora de siempre (e incluso con suplencias que han levantado ciertas ampollas en Francia), lleva 43 goles en 44 partidos. En Champions, concretamente, ocho tantos. La apuesta fuerte debía ser en ataque: cambiar piezas (además de Messi y Neymar, salieron Icardi o Draxler) para que la primera línea de presión fuese dinámica, explosiva e impredecible. El propio Luis Enrique pidió a Ousmane Dembélé -con el que no coincidió en el Barça-, convencido de que lograría recuperar su mejor versión; y como el dinero no era problema (50 millones pagó por el exazulgrana), invirtió 95 millones en Kolo Muani (24) y 45 en Barcola (20), una de las mayores figuras en ciernes del fútbol galo.
Defensa
El único 'globo pinchado' ha sido en defensa, donde apenas ha podido contar esta temporada con dos de sus mejores centrales (Skriniar y Kimpembe), factor que ha condicionado un trabajo que Luis Enrique quería afianzar nada más pisar París: encajar menos. Ha mejorado las cifras de años pasados (lleva 29 dianas encajadas en la Ligue 1 a falta de tres jornadas… frente a los 40 de la pasada o los 36 de la 21/22), pero quiere más.
Todo esto ha construido 'Lucho' desde su llegada. Con su habitual estilo. Con confrontaciones y pocos amigos. Pero con la pasión irrefrenable (y también incuestionable) de quien adora este juego. Ni el 'caso Mbappé' y su salida ha descentrado al equipo: su capacidad para aislar al bloque del ruido y mantenerlo 'enchufado' es proverbial. Acaba de conquistar la Ligue1 -su segundo título: nada más llegar a París logró la Supercopa de Francia-, juega la final de la Copa el 25 de mayo ante el Olympique de Lyon y es favorito en la Champions: Luis Enrique, ese de las adhesiones inquebrantables y los enemigos acérrimos, camina hacia la gloria.