Cambio de ciclo en la OTAN

G. Koleva (SPC)
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Tras una década al frente de la organización, Stoltenberg cede el testigo a Rutte como nuevo secretario general en un momento en el que la seguridad global pende de un fino hilo

Jens Stoltenberg (i) y Mark Rutte (d) - Foto: EFE

En un momento crítico en el mundo, con varios conflictos amenazando la seguridad internacional, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se prepara para un cambio de timón. Lo hará el próximo 1 de octubre, cuando el exprimer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, asumirá el cargo como nuevo secretario general de la Alianza, en sustitución del noruego Jens Stoltenberg, quien lleva más de una década al frente de la institución.

El rumbo, sin embargo, será el mismo: asegurar la libertad y seguridad de los 32 Estados que componen una poderosa organización rodeada de incipientes amenazas.

Ese fue, precisamente, el mensaje que el político neerlandés quiso trasladar a los aliados hace unos meses al conocerse su nombramiento, cuando prometió que, bajo su mandato, la OTAN «seguirá siendo la piedra angular de nuestra seguridad colectiva», tal y como lo ha sido hasta ahora.

Desde entonces, Rutte no ha vuelto a pronunciarse y, como avisó entonces, dará más detalles sobre sus futuras responsabilidades una vez asuma el cargo. Sin embargo, aunque no ha avanzado los pasos a seguir de cara a los próximos cuatro años -período que puede ser prorrogable-, existen varios desafíos a los que, con total seguridad, deberá hacer frente.

Uno de los mayores quebraderos de cabeza para el liberal será la amenaza rusa. De hecho, ha sido una de las principales preocupaciones a las que Stoltenberg ha prestado atención en los últimos dos años, en los que la Alianza se ha convertido en el gran apoyo de Volodimir Zelenski en su lucha contra las tropas del Kremlin.

El líder ucraniano lleva meses presionando a la OTAN para convertirse en miembro de pleno derecho, y la cumbre celebrada en verano en Washington sirvió para avanzar sobre su «irreversible» camino hacia la adhesión, aunque la falta de consenso entre los países no ha permitido formular una invitación formal, al menos, de momento.

En cualquier caso, Rutte deberá tener todo a punto en caso de que Moscú decida extender la guerra más allá de Ucrania, una advertencia que quiere hacer realidad en caso de que Kiev logre el permiso de los aliados para usar sus misiles de largo alcance contra Rusia.

El hombre que plantó cara a Rusia

Jens Stoltenberg dejará de ser el líder de la Alianza Atlántica el próximo 1 de octubre. Y lo hará colgándose la medalla del primer secretario general que se atrevió a echar un pulso a Rusia en más de tres décadas. Su llegada a la OTAN estuvo, de hecho, ligada a Moscú desde el principio de su mandato. El exprimer ministro noruego se puso al frente de la organización en 2014, el mismo año en el que la anexión rusa de la península ucraniana de Crimea amenazó con desestabilizar el tablero geopolítico del Viejo Continente, en una acción que supuso la primera gran chispa que terminó prendiendo la mecha del actual conflicto, iniciado en 2022.

Las relaciones entre la organización militar y el Kremlin habían mejorado sustancialmente tras el fin de la Guerra Fría, e incluso llegaron a firmar varios acuerdos importantes en materia de cooperación desde entonces. Sin embargo, la invasión de Ucrania forzó a la OTAN de Stoltenberg a posicionarse. Y lo hizo incrementando su apoyo a Kiev, aumentando la vigilancia de sus fronteras y, sobre todo, engrosando el bloque con la incorporación de Montenegro, Macedonia del Norte, Finlandia y Suecia como miembros de pleno derecho.

Resulta curioso que un hombre que inicialmente no se había interesado por el mundo de la política terminase poniéndose al frente de una de las organizaciones más potentes del planeta. Aunque más paradójico habría resultado, quizá, que acabase tomando un rumbo distinto, dado que sus padres ocuparon importantes puestos dentro del Gobierno noruego.

Finalmente, Stoltenberg logró compaginar su pasión por los números con la política y se convirtió en ministro de Economía del país entre 1996 y 1997. Su gran salto tuvo lugar en el 2000, cuando se convirtió en primer ministro por un breve período de un año, si bien volvió a repetir en el cargo tiempo después encabezando dos legislaturas consecutivas desde 2005 a 2013.

Mientras su primera etapa desembocó en el peor resultado de la historia de su formación tras una polémica desatada por la privatización de varias empresas estatales, la segunda estuvo marcada por su aplaudida gestión, especialmente tras los atentados de Oslo de 2011, en los que murieron 77 personas.

A finales de 2014, fue propuesto para convertirse en secretario general de la OTAN. El resto, ya es historia. 

Un negociador pragmático

Acostumbrado a moverse en bicicleta hasta su oficina de La Haya y a saludar a todo aquel ciudadano de a pie que se le acercase, Mark Rutte se ve ahora obligado a abandonar las tranquilas calles de Países Bajos para tomar decisiones de importante calado. No en vano se pondrá al frente de la mayor alianza militar del mundo: la OTAN.

A sus 57 años, el exprimer ministro neerlandés ha hecho de la «normalidad» su seña de identidad durante el tiempo que ha estado al frente del Gobierno de su país. Fueron cuatro legislaturas consecutivas y 14 años en los que se consiguió labrar la imagen de un hombre modesto y cercano, que ha llevado el pragmatismo por bandera.

Y es que, desde que llegó al poder en 2010, uno de sus mayores logros ha sido su capacidad para mantener a aliados y enemigos unidos, una habilidad en la que deberá confiar plenamente en tiempos que se antojan convulsos. Así es como logró convencer a líderes contrarios a sus políticas, como el dirigente húngaro, Víktor Orbán, o su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, para que abandonasen su oposición a su candidatura y le permitiesen avanzar en sus aspiraciones para capitanear la Alianza.

 Nacido en La Haya, en el seno de una familia protestante, Rutte ingresó en el mundo de la política en la década de los 90 como miembro del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), formación que lideró más adelante y con la que consiguió las llaves del Gobierno de Países Bajos.

Durante el tiempo que estuvo en el poder, el neerlandés no estuvo exento de algún que otro escándalo, si bien su capacidad camaleónica le ha permitido salir airoso casi siempre de toda polémica y seguir ganándose al electorado.

Sin embargo, el pasado julio presentó su dimisión después de que miles de familias, la mayoría migrantes, fueran acusadas falsamente de haber estafado al Gobierno para recibir ayudas, obligándoles a devolver el dinero y dejando a muchos con serios problemas financieros. Pese a que Rutte comunicó entonces su firme intención de abandonar la política y se llegó a pensar que por fin cumpliría su deseo de dedicarse a la docencia a tiempo completo, la OTAN y las amenazas de guerra se interpusieron en su camino. Habrá que ver si se lleva hasta allí su pragmatismo... y su bicicleta.