Sinopsis oficial
Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay.
La crítica -
Por Juana Samanes
Uno de los directores más carísmáticos del cine español. Victor Erice, (El espíritu de la colmena y El Sur) regresa a la gran pantalla treinta y un años después de El sol del membrillo. Y, de nuevo, ofrece una película hermosa, que reivindica el poder evocador del cine, ese que ha de contemplarse en salas oscuras con pantallas grandes para maravillarse del que se denomina el séptimo arte. En esta ocasión se trata de un drama con suspense que comienza tras la desaparición misteriosa de un famoso actor, Julio Arenas, en medio del rodaje de una película, que dirige su mejor amigo, Miguel Garay . Veintidós años más tarde, un programa de televisión dedicará uno de sus capítulos a esa misteriosa desaparición y entrevistará a Garay, algo que removerá su pasado.
Cerrar los ojos es una película triste, porque describe vidas rotas por motivos diferentes. Un film que habla de los elementos que hacen única a cada persona, de la memoria y los sentimientos que anidan en cada uno de nosotros. Pero no se queda ahí, retrata a la perfección el sentimiento de pérdida, de la amistad bien entendida a través de ese hombre, Garay, que nunca ha cejado en su empeño de descubrir la verdad de lo que le ocurrió a su amigo y, de alguna forma, supone el cierre perfecto a una trilogía perfecta que empezó con El espíritu de la colmena, hace cincuenta años, aunque la historia aborde a unos personajes diferentes. A más a más la película hace un guiño al film que nunca rodó Erice, El embrujo de Shangay, por problemas con el productor de la misma, que finalmente dirigió Fernando Trueba en una cinta decepcionante.
Hay mucha poesía en este largoemtraje, un relato lento, que se toma su tiempo para hablar del pasado, del presente, de la identidad; de lo que fuimos y lo que somos, en un guión redondo en el que Erice ha contado con el solvente Michel Gaztambide (La Caja 507, No habrá paz para los malvados) y unas soberbias interpretaciones de todo el reparto encabezado por Manolo Solo y José Coronado, que están inmensos.
Son 180 minutos para disfrutar de cine con mayúsculas, ese que algunos creen que ya no existe y que Erice demuestra que sigue estando ahí gracias a directores como él.