Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Traidora de fiesta

19/04/2024

Se acaba la Feria de Abril y María Jesús Montero deja la fiesta, ya veremos hasta cuándo. No será porque a la vicepresidenta Chiqui no le falten alternativas. Como trianera destacada puede sumarse a la romería de la Hermandad Rocío de Triana, que en menos de un mes saldrá desde la capilla de la calle Evangelista. Si no puede esperar a la cita con la Blanca Paloma, antes, en Sevilla, tiene feria en media provincia: en Dos Hermanas y en El Viso del Alcor; en Sanlúcar la Mayor y en Carmona; en Paradas y en Osuna. Con las casetas, los farolillos y las luces de colores. También con las atracciones en las que no faltan los coches de choque y la música de Camela a todo volumen: Cuando zarpa el amor, navega a ciegas, es quien lleva el timón. Y cuando sube la marea al corazón, sabe que el viento sopla a su favor.
María Jesús Montero es vicefiesta y viceferia. Rumbosa, divertida y locuaz. Una vicepresidenta del Gobierno sinigual. Teresa Ribera y Yolanda Díaz tienen su gracia, pero no son lo mismo. Les falta ese pellizco que sólo lo da el sur. Y Marisú se desenvuelve en el Real del barrio de los Remedios como nadie. Que un ministro se mimetice con ese ambiente festivo es un síntoma de normalidad, aunque los aguafiestas permanentes y las plañideras perpetuas lo cuestionen. ¿Acaso la vice no tiene derecho a acudir a la feria en la que se ubican sus orígenes y los de sus hijas?
A María Jesús Montero le han llamado traidora en la Feria de Abril, a pie de caseta y echándole a la cara el aliento aguardentoso, y ella ha respondido extrañada: «¿Traidora por qué?», que es la misma negación del que le pillan en plena faena con la amante y le dice a su mujer «cariño, no es lo que parece». La vicepresidenta primera, número dos del PSOE, escudera como nadie de Pedro y de Begoña, sabe que no sólo ha traicionado a los españoles. Es consciente de que ha vendido su propia palabra para que el jefe y la compañía -ella es miembro destacadísimo- puedan seguir en el poder. La lista podría ser interminable, pero el serial de incumplimientos de los mandamientos socialistas Montero lo resume en uno sólo vía hemeroteca: «La amnistía no es constitucional y este Gobierno no se va a saltar la Constitución. Y lo saben los independentistas. Y lo saben».
Montero es una traición andante, una felonía en sí misma, y, aún así, tiene todo el derecho a disfrutar de la feria sin ser interpelada con ese tono avasallador. En democracia, los canales para la crítica están fijados en el parlamento, en actos públicos y en las urnas. Se comienza increpando a un político de fiesta y se termina con un escrache con tus hijos de la mano camino del colegio. Esto de los acosos a políticos -pero sólo a los del PP- lo impulsó Podemos, con un jarabe democrático que a Pablo Iglesias le ha resultado amargo cuando lo ha tenido que beber. Ni entonces ni ahora tienen media defensa, mucho menos la justificación. Todo esto es perfectamente compatible con denunciar las agresiones a los miembros de VOX durante la campaña en el País Vasco, un extremo que añade varios peldaños de gravedad, además de un delito. 
Los representantes públicos lo son todo el día. La educación y las buenas maneras deben ser principios irrenunciables y, cuando no se está de acuerdo, hay unas elecciones que te permiten expresarte con mucha más eficacia que incordiando a quien se ha ganado a pulso que le señalen con un apelativo que la califica a la perfección.