¿La gran solución climática?

Amaya Quincoces (EFE)
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La reforestación masiva puede suponer un impacto indeseado sobre el ecosistema, ya que los árboles tardan décadas en convertirse en un sumidero de carbono que ayude a mantener un equilibrio de las emisiones

¿La gran solución climática? - Foto: Orla

Una de las claves para neutralizar el CO2 de la atmósfera es compensar emisiones con acciones ambientales pero siempre de forma controlada: la reforestación masiva, lejos de ser la solución, puede agravar el problema y ahondar en el colonialismo verde.

Los árboles absorben dióxido de carbono, el principal causante del problema por el efecto de la actividad humana, pero la reforestación sin control, sin planificación, puede tener un impacto indeseado sobre la biodiversidad de los ecosistemas y en las comunidades que habitan en ellos.

A día de hoy, los bosques absorben alrededor del 30 por ciento de las emisiones de CO2 en la atmósfera, a lo que se suma un 20 por ciento por parte de los océanos.

La idea de una siembra masiva a escala planetaria como se ha auspiciado en los últimos años desde ciertas instancias internacionales «no solo sería inútil, sino contraproducente», asegura el ingeniero de Montes Víctor Resco de Dios, profesor de ingeniería forestal en la Universidad de Lérida.

En la cumbre climática mundial, la COP28, en Dubái, este científico, que además es doctor en Ecología por la Universidad estadounidense de Wyoming, advirtió que «queda muy bien» de cara a la galería «lo de hablar de plantar árboles en Kenia u otros países de África», pero el efecto puede llegar a causar «un verdadero ecocidio».

En la sábana africana, que es típica de latitudes intertropicales, con una vegetación de pastizales y pequeñas arboledas de escasa densidad, esta idea transformaría por completo el entorno.

Las consecuencias podrían ser «demoledoras» para la biodiversidad y también para los grupos que viven en ellos, avisó el experto. «Cuando se hace una reforestación pasan 20 o 30 años hasta que se convierte en sumidero neto de carbono», asegura el ecólogo.

«Al plantar árboles se remueve y airea el suelo, emitiéndose CO2 a la atmósfera. Por ello, una reforestación a corto plazo es una fuente de este compuesto. Solo pasadas dos o tres décadas es cuando los árboles ya grandes pasan a convertirse en sumidero de carbono», afirmó.

Acciones compensatorias

«Con las emisiones de combustibles fósiles se desentierra carbono de las capas geológicas de la tierra en forma de petróleo y se emite a la atmósfera». Al plantar árboles no se devuelve ese CO2 al terreno: el sumidero es transitorio porque se puede quemar y descomponer», advierten los expertos.

Por eso, desde amplios sectores vienen reclamando la necesidad de acciones compensatorias de las emisiones de forma ordenada y planificada para evitar el deterioro de los entornos. En los mercados voluntarios de carbono se adquieren créditos destinados a financiar proyectos sostenibles, la mayoría de reforestación de terrenos afectados por la desertificación o incendios, mediante un sistema que funciona en paralelo a los mercados regulados obligatorios para compensar emisiones, y que atrae progresivamente a más entidades.

Una vez conocida la huella de carbono, muchas organizaciones se están embarcando en proyectos ambientales para neutralizar sus emisiones de dióxido de carbono; el problema es que algunas estructuras tratan de compensarlas con acciones fuera de sus fronteras que pueden ser arbitrarias mientras siguen contaminando en sus territorios para mantener la producción.

«Existe una especie de colonialismo verde», en el tema de la compensación de carbono, según el científico Resco de Dios. Se ejecutan proyectos verdes en un lado del mundo y en otra parte del planeta no se reducen las emisiones.

Los datos avalan, además, que la absorción de dióxido de carbono de los bosques en el mundo no sería ilimitada. En el caso hipotético de una reforestación masiva a escala planetaria en la que se transformaran en bosques muchísimos parajes que originalmente no lo son lo que se absorbería, en el mejor de los casos, sería un 10 por ciento del total mundial del CO2.

«El efecto sería más bien limitado a la hora de neutralizar el dióxido de carbono», precisa el experto.

Por otra parte, la experiencia ha demostrado además que no suelen monitorizarse ni vigilarse esas plantaciones masivas de árboles en proyectos de reforestación de forma antirreglamentaria para compensar emisiones.

Además, suelen ser pasto de llamas de incendios por la falta de cuidados y por desarrollarse a menudo los proyectos en zonas erosionadas con escasa agua, además de temperaturas altas.

En muchas partes del mundo se están viendo «eventos de mortalidad cada vez más importantes» de los bosques. «Los recursos se deberían priorizar para la gestión de los ecosistemas que ya tenemos, para asegurarnos de que siguen ejerciendo como sumidero de carbono», concluye el especialista.