Desde la página 'Toledo Sacro', que hace un gran servicio en la información y la dignificación de las cofradías toledanas, se han hecho diversas propuestas en relación con la Semana Santa de Toledo. En especial, con las circunstancias que han acaecido en la última Semana Santa y que han generado no pocas críticas de un gran número de personas a través del sondeo popular que la dicha página ha realizado en su perfil de Instagram. Leyendo todas las críticas realizadas, hay una que me falta y que solamente ha esgrimido una persona. Esta es la crítica que, por haberla sufrido, quiero hacer pública y manifiesta. La gente que acude a las procesiones es, a veces, muy maleducada. Y cuento mi experiencia.
El acto de mayor falta de educación ocurrió entre las pesadísimas paradas que tuvimos que soportar a causa de la difícil organización de la procesión del Viernes Santo, de entre las cuales una de ellas fue en el giro de la plaza de Zocodover frente a la Delegación del Gobierno. Yo procesioné como abanderado de la Hermandad Mozárabe por ser el miembro más joven de su órgano directivo, circunstancia que me hizo ir a la cabeza de la comitiva mozárabe presente. Pues bien. Parados, esperando a poder avanzar, un río de gente comenzó libertinamente a pasar entre nosotros de un lado a otro de la comitiva, gritando y hablando como si de una francachela se tratase. Incluso, alguno de ellos habló de "la puta Iglesia siempre molestando" o "las putas procesiones". No lo pude soportar, y tuve que reprender gravemente a una señora que pasaba por allí entre el tumulto de paseantes en Corte que se nos echaban encima: "Procesionamos nosotros, señora, y no ustedes. Tengan un poco de respeto, que no pasa nada". "Iros a tomar por culo y dejar en paz a los demás" me respondió la inefable verdulera transeúnte.
La segunda escena ocurrió no demasiados metros después, en la cristalera de un bar. Había allí un grupo de chavales jóvenes, quizá algo más que yo, que comenzaron a hablar en forma despectiva a una jovencísima cofrade que procesionaba aquella noche. Su mesa estaba llena de botellines de cerveza vacíos. Y los machirulos, golpeando la luna del restaurante, la llamaban con un más que desordenado interés. La chica, que fue perfectamente consciente de la escena, trataba de hacer como que aquello no estaba ocurriendo. Pero ellos seguían y seguían en su empeño, como si la escena que contemplaban fuese más un desfile carnal que una culminación cuaresmal.
Y la tercera escena, cerca ya de acabar el recorrido, transcurrió en una esquina donde la procesión del Viernes Santo toma una preciosa y ascética secuencia. Secuencia que, sin embargo, fue deslucida por una pareja que, públicamente, decidió comerse a besos mientras los pasos y sus correspondientes penitentes procurábamos imprimir en nuestro caminar un sentimiento propio de la fecha en la que nos encontrábamos.
¿Cuál es mi conclusión? Que se puede ser de mil maneras, pero nunca faltar el respeto ni perder la educación en ningún acto que afecte al credo del prójimo. Y, mientras no se pueda tomar alguna medida verdaderamente determinante para evitarlo, las personas que procesionamos seguiremos teniendo que soportar estas conductas. Hechos, ante todo, protagonizados por gente maleducada.