Seguro que recordamos los comentarios de los políticos responsables de gestionar la ciudad siempre que se presentaba un nuevo POM: 1964, 1986, 2007 y el avance del anterior equipo socialista. Las palabras eran las mismas o parecidas, y si se trataba de arquitectos, tampoco eran distintas: unir barrios, compactar, coser la ciudad. Y sorprendentemente, al final de cada mandato de gestión y de sustitución de un plan de ordenación por otro, el resultado era el mismo. La ciudad no se había hecho más compacta, al contrario, era más dispersa y distante del casco histórico, y lo más llamativo, con nuevos barrios que no figuraban en la planificación.
Los lectores de más edad se acordarán del POM de 1964 y de como sus principales aportaciones fueron el barrio de Santa Teresa, los Cigarrales de Vistahermosa y el Plan de Extensión de Buenavista, los tres planificados "a posteriori", al margen de lo previsto. Buenavista y Vistahermosa a considerable distancia de un casco histórico que por entonces era el verdadero centro de Toledo. En la década de 1960, empezó también el Polígono, dentro del Plan de Descongestión Industrial de Madrid de 1959, por cierto, la acción urbanística de mayor calidad y respeto a los valores patrimoniales, paisajísticos y medioambientales de la ciudad histórica.
Luego llegó el PGOUM de 1986, con una expansión en la que predominan las modificaciones puntuales y el protagonismo de los agentes inmobiliarios que, con frecuencia, se anticipaban a la acción reglada con una práctica de hechos consumados. Así, surgieron nuevas unidades urbanísticas, con grandes vacíos intermedios: las Tres Culturas, San Bernardo, Montesión, Olivar de los Pozos, La Legua, Valparaíso. En definitiva, más aportaciones al "archipiélago" toledano: núcleos de calidad habitacional, pero dispersos y dependientes del automóvil. Y en ese marco, la acción municipal a remolque de los hechos, sin más visión que dejar hacer propuestas inmobiliarias, sin plan de etapas ni proyecto de ciudad. Incluso, el PECH de 1997 llegó tarde, como una pieza aislada del resto de la ciudad, salvo en la idea de favorecer el contacto exterior mediante remontes mecánicos. No se tuvo en cuenta que la ciudad es un organismo vivo, con todos sus elementos conectados, lo que exige visión de conjunto para actuar sobre ellos, sin olvidar las relaciones entre sus partes.
Tampoco se pueden obviar los efectos de la calificación de Toledo como "Conjunto Histórico Artístico" por el Estado en 1940, de acuerdo con la Ley del Tesoro Artístico de 1933. Se elevaba Toledo al mayor rango de prestigio patrimonial, pero se generaban servidumbres para los ciudadanos y obligaciones para los poderes públicos sin apenas compensación. Otros hechos determinantes en la Vega Baja han sido sus usos militares del suelo, sobre todo, la Fábrica de Armas, y sus numerosos vestigios arqueológicos, en especial romanos y visigodos. La declaración de Toledo por la UNESCO en 1986 como "Ciudad Patrimonio de la Humanidad", con sus correspondientes zonas de protección, elevó a escala mundial el reconocimiento de su valor patrimonial y paisajístico, e incrementó, de nuevo, los condicionantes urbanísticos.
Ante la creciente fragmentación de la ciudad, en plena burbuja inmobiliaria, el POM de 2007 formuló un modelo urbanístico inviable, basado en la imposible compactación de la ciudad, la ocupación de las vegas y unas desorbitadas previsiones poblacionales, más de 130.000 habitantes para 2020. Aquel POM ignoraba las protecciones paisajísticas y los restos arqueológicos. El resultado fue su inviabilidad y anulación en 2018, con vuelta al PGMOU de 1986 y a sucesivas modificaciones en respuesta a intereses inmobiliarios, como antes, sin proyecto de ciudad. Y cada vez más, con actuaciones y previsiones que suscitaban la oposición ciudadana, entre ellas la construcción de 1.698 viviendas y un nuevo cuartel para la Guardia Civil junto al poblado obrero, al final, trasladado a La Peraleda, sobre 37.000 m2 de imposible edificación, en zona de inundación, de protección de paisaje y de valor ambiental.
El cambio de equipo de gobierno en el Ayuntamiento, tras las últimas elecciones municipales, abre una nueva etapa para resolver cuestiones pendientes y consensuar un proyecto que responda a las exigencias del Toledo actual, de un tiempo distinto al de 2007, en el que ya no se pueden ignorar los valores que hacen de nuestra ciudad un destino privilegiado del turismo cultural. Ahora bien, si Toledo es una joya del patrimonio mundial, es ante todo un espacio de vida para sus residentes, que no sólo han de soportar cargas de la protección del patrimonio y de la presión turística, sino que han de beneficiarse colectivamente de los mismos. Esos ciudadanos también tienen derecho a disfrutar y mejorar su calidad de vida, lo que sería incompatible con un nuevo POM centrado en la mera creación de más desarrollos urbanísticos, separados de los existentes, como el PAU Palacio que se nos anuncia, aislado y rodeado de vías rápidas.
No hay duda de que el nuevo equipo de gobierno municipal mantendrá sus compromisos electorales de no edificación en La Peraleda por razones patrimoniales y medioambientales. Estamos convencidos de su sensibilidad medioambiental y del conocimiento de la abundante legislación en este sentido emanada de las directivas europeas y del Estado español a partir del 2000. El panorama es diferente al de cuando se elaboraron los anteriores Planes de Ordenación Municipal, y los efectos del cambio climático no pueden ser ignorados. Eso obliga, entre otras cosas, a rechazar proyectos invasivos y no necesarios del corredor de biodiversidad que es el río Tajo, como los de Tenerías y la Cava, además de ser incompatibles con el patrimonio. Es incuestionable que el medioambiente y el verde serán ejes vertebradores del nuevo POM, y eso requiere "hacer ciudad", no "coser ciudad" con nuevos barrios dispersos.
Ya en 1961, Jane Jacobs, en «Death and life of great american cities», afirmaba: "la diversidad y la vitalidad de las ciudades están siendo destruidas por arquitectos y urbanistas que ponen en marcha proyectos que matan la vida ciudadana y crean urbanizaciones aisladas y antinaturales". Era una denuncia del modelo de ciudad funcional, que se limitaba a crear barrios dormitorios, donde la única función era la residencial y poco más. Hoy, se impulsa lo que Carlos Moreno, asesor de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, denomina la "ciudad del cuarto de hora", la recuperación de la variedad de funciones, la reducción de la movilidad a desplazamientos a pie o en bicicleta a una distancia no mayor de 15 minutos desde la vivienda para satisfacer cualquier necesidad. Eso es posible en Toledo, a poco que nos esforcemos, al menos en ciertas zonas: el Casco Histórico, Santa María de Benquerencia, Santa Bárbara y el Ensanche.
En la actualidad, hay todavía suelo para usos residenciales y es imprescindible la recuperación habitacional y funcional del casco histórico y de aquellos barrios que pierden población y actividad desde 2009, además de adecuar la planificación a la evolución real de la población en las distintas zonas de la ciudad, de manera que se evite un "urbanismo despilfarrador" o "itinerante", basado en la continua creación de suelo residencial, mientras antiguos barrios se vacían y se deterioran morfológicamente. Eso es "hacer ciudad" y "planificación", que exige la renaturalización de los intersticios entre barrios para convertirlos en parte del entramado urbano para usos ciudadanos y agrarios. Así, se favorecerá la biodiversidad y el contacto con una naturaleza que se encuentra a escasa distancia de la vivienda. No olvidemos las recomendaciones de la OMS de disponer de zonas verdes de más de 1.000 m2 a menos de 200 m de la vivienda, y de un mínimo de 33 árboles por cada 100 habitantes.
Fomentar la diversidad funcional en el casco histórico y en los barrios, renovar o/y rehabilitar espacios construidos, enverdecer la ciudad, sanear las aguas del rio y sus riberas, aprovechar el suelo urbano existente, deben de ser las líneas maestras de cualquier proyecto de futuro urbanístico. Y por supuesto, con respeto a los valores patrimoniales y paisajísticos que hacen de Toledo una "Ciudad Universal de Valor Excepcional". Las políticas comprometidas con la naturaleza han hecho de Vitoria-Gasteiz y Valencia referentes de calidad de vida y las han conducido a su reconocimiento internacional como "European green capital", en 2012 y 2024, respectivamente. Toledo no puede quedar fuera de esos esfuerzos para asegurar la calidad de vida de sus ciudadanos: las bases existen, están ahí, sólo hace falta decisión política para construir una ciudad más sostenible, más amable y equilibrada, además de contribuir a la reducción de los efectos del cambio climático. Para eso, es necesario "hacer ciudad" y no "coser barrios", Toledo necesita un nuevo plan, superador del urbanismo despilfarrador y comprometido con la sostenibilidad, con la ecología, con la cultura y la digitalización, un proyecto de ciudad compartido, creativo y de ilusión para todos los ciudadanos.