Si es verdad que la cara es el espejo del alma, este columnista ya reza para que Salvador Illa, aspirante a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Cataluña, se convierta en el próximo president de la Generalitat.
De los ocho aspirantes al cargo, el exministro de Sanidad, cuyo único lastre es la sombra del sanchismo que le acompaña (eso tiene remedio), reúne las mejores gracias para coronarse como Illa el pacificador. Solo o acompañado, eso dependerá del recuento de votos cuando se abran las urnas en la noche del domingo que viene.
No hay color si la alternativa es volver al fallido frente nacionalista (ERC-JxCat-Cup) formado tras las elecciones autonómicas de 2021. El que nació bajo la presidencia de Pere Aragonès y la advocación de la "legislatura del 52%" (cuentas independentistas del gran capitán).
Los teólogos fundacionales de aquel desdichado gobierno, que se rompió con la espantada de Junts en octubre de 2023, reprochan ahora a Illa su "impasibilidad". Les descoloca que el candidato socialista no entre al trapo y personifique el sosiego, la calma, la serenidad y el sentido común, con sus recurrentes apelaciones a tener "los pies en el suelo".
No se equivocan. Impasibilidad, divino tesoro, si lo que expresa es la aversión a la bronca y el enfrentamiento entre catalanes como elementos de inestabilidad que han descabalgado a Cataluña de puestos punteros en todas las áreas del progreso (económico, social, científico, cultural).
De ahí el acierto de la campaña de los socialistas, que presentan a Illa como el candidato mejor situado para impedir la inestabilidad y el bloqueo de la política catalana.
Su talante y su historial justifican que los electores (sigue cotizando al alza en las encuestas) lo vean como garante de la estabilidad, la credibilidad y la eficacia que necesita Cataluña para volver a ser la avanzadilla de España en Europa después de una época desdichada a causa de los desvaríos secesionistas que tuvieron su punto álgido en los sucesos de octubre de 2017.
Otra cosa es que le den los números para que la matemática del recuento de la noche del domingo permita desbordar la endemoniada fragmentación del tablero político con una ecuación de gobierno que, efectivamente, evite el bloqueo y garantice la estabilidad de la legislatura que viene.
En principio la fórmula más verosímil y coherente por razones ideológicas (sin aplastar las identitarias), con Illa de nuevo presidente de la Generalitat, sería la que reuniese al PSC con ERC y los comunes (en torno a los 70 diputados, por encima de la mayoría absoluta).
La alternativa, insisto (frente nacionalista) sería como para salir corriendo de Cataluña.