Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario»

Javier del Castillo
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Las canciones de su último álbum, «El abrazo», son un compendio de recuerdos, sentimientos y vivencias de su infancia. También un nuevo homenaje a Albacete y a La Mancha

Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario» - Foto: Juan Lazaro

En el sexto álbum de su carrera musical, Rozalén vuelve a desnudarse. En sentido figurado. Es incapaz de componer canciones alejadas de sus experiencias vitales. Como carta de presentación, me enseña una rama de olivo tatuada en su pierna izquierda.  «Mi familia se dedicaba a la agricultura. Recuerdo, de niña, estar rodeada de gente mayor, cuando toda la familia íbamos al campo a recoger la oliva», comenta, mientras busca la letra de «Entonces», una canción donde describe algunas de esas imágenes de su infancia. «Todo lo que voy diciendo en ella tiene que ver con Albacete y con Letur, el pueblo de mi madre, Angelita, donde pasábamos los veranos y algunos fines de semana».

«Cuando metía los pies en el río se me iban todos los males»

Curiosamente, el nombre de Ángeles abarcaba a todas las mujeres de la familia de su madre. «Mi abuela se llamaba Mari Ángeles, aunque la llamaban Ángeles de los Dulces, mi madre Angelita, y yo María de los Ángeles, pero mi padre, nacido en Balazote, siempre me llamó María». Ahora, su nombre de pila se ha ido alejando, eclipsado por el nombre artístico de su primer apellido, Rozalén. Le prometo que escucharé con la máxima atención «Entonces», sin que eso sea un impedimento para hablar de su infancia. 

«Cuando metía los pies en el río – cuenta Rozalén -, se me iban todos los males. Y, cuando cogíamos cestos de cerezas, me colgaba las cerezas en las orejas, a modo de pendientes. Recuerdo las 'lágrimas de San Lorenzo' (nombre popular de las perseidas) en los meses de verano. Letur está ubicado en la Sierra del Segura y la naturaleza sigue estando muy presente en mi vida. Como digo en esa canción, los olores de mi infancia son el romero, el tomillo y la lavanda. Me recuerdan a mi pueblo. Me devuelven a mi niñez. De hecho, todavía hago muchas de las cosas que hacían mis abuelos. Vivo en un pueblo de Madrid, Valdemorillo, donde tengo mi huerta y planto tomates». 

Más rural que urbanita, Rozalén se siente muy serrana, de esa Sierra del Segura en la que vivieron sus antepasados. «La cabra tira al monte», comenta con una sonrisa, antes de hablar de sus raíces musicales y de la persona que más ha querido del mundo, su padre, un cura que decidió abandonar el sacerdocio cuando se enamoró de su madre. 

Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario»Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario» - Foto: Juan Lazaro«En mi casa siempre se ha cantado. A mi madre la oía cantar desde que tuve uso de razón. Todo el rato se ha cantado en mi casa, y se sigue cantando. Yo, cuando voy en Navidades, no dejo de tocar la bandurria y la guitarra. También la copla ha estado muy presente en mi infancia. Mi padre me enseñó a disfrutar de los cantautores, y a mi abuela le encantaban Manolo Caracol y las sabandeñas. Siempre hemos sido una familia muy musical».

«Muchos sacerdotes, como mi padre, se secularizaban cuando se enamoraban»

A su padre, Cristóbal Rozalén, le enviaron de cura a Letur y se enamoró de Angelita Ortuño, su madre. ¿Es una bonita historia de amor, con final feliz? No lo cree así la hija del matrimonio. «Los criticaron bastante y mi padre lo pasó muy mal. En aquellos años había un debate sobre el celibato opcional, porque muchos sacerdotes – como mi padre – se secularizaban cuando se enamoraban. Te puedo decir que mi padre se murió con la vocación de sacerdote. Supongo que era partidario de que los curas pudieran estar casados, pero nunca me lo dijo. Desgraciadamente, ya no puedo hablar con él de muchas cosas, pero intuyo, por lo que él vivió, que estaba a favor del celibato opcional. Mi padre fue sacerdote vocacional y era una de las personas más creyentes, con más fe y más puras que yo he conocido». 

De vez en cuando se emociona, pero le puede la admiración que sentía por su progenitor. Le pregunto si fue un cura moderno, preocupado por los pobres. «Cuando todavía era sacerdote, mi padre montaba obras de teatro, organizaba ligas de fútbol entre los pueblos, se iba a los campos de trabajo y a la vendimia. En aquella época, el cura de un pueblo era superimportante, casi igual que el alcalde, porque se encargaba de tejer la red social, cultural y hasta deportiva de esa población». 

Rozalén no ha olvidado tampoco las canciones que le enseñaron de niña su madre y sus abuelos. En su álbum anterior, «Matriz», se incluyen muchas de las canciones que se interpretaban en las reuniones familiares, la mayoría de ellas vinculadas al folclore local. Sólo esa tradición musical explica que la artista albaceteña empezara a dominar la bandurria con tan solo siete años, después de que su madre la apuntara a una rondalla. «Yo siempre he cantado porque me gustaba y porque era una tradición familiar, pero nunca pensé que ese iba a acabar siendo mi trabajo». 

Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario»Rozalen: «Se acepta poco el pensamiento contrario»A los 16 años, Rozalén ofrece su primer concierto como cantautora, dentro del Festival Operación Bocata de Albacete, organizado por Manos Unidas. «Entonces, sólo tenía dos o tres canciones en mi repertorio, así que incorporé versiones de cantantes y grupos que me gustaban. No hace falta decir que allí estuvo presente casi toda mi familia y un montón de amigos que me animaban a cantar. Porque yo era supertímida. Y lo sigo siendo, aunque no lo parezca. Soy una persona a la que le dan vergüenza muchas cosas».

Algunos años después tocó y cantó en el Teatro Circo, donde había cantado su madre de pequeña con un grupo del colegio. Son recuerdos que perduran en esta mujer que ahora contempla el éxito como algo circunstancial y etéreo. La niña de la bandurria prefiere disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, mientras su representante y su casa de discos le organizan giras musicales y viajes de trabajo por diferentes países de Latinoamérica.  

¿Es cierto que tu padre era la persona que más veces te decía: «te quiero»? «Me lo decía a mí y a todo el mundo. Era el hombre más sensible que yo he conocido. Y encima era mi padre. Soy muy espiritual y quiero pensar que mi padre me protege y me acompaña. Me acuerdo de él desde que me levanto y lo nombro el triple de veces desde que no está con nosotros».

«Me inspiro en lo que siento, porque no hay nada más inspirador que la vida misma»

La cantante manchega ha heredado de Cristóbal una conciencia social que le anima a luchar por un mundo más justo. Una sensibilidad que traslada a sus canciones. «No soy una persona ambiciosa y valoro cada vez más lo sencillo. Me encantaría poder vivir siempre de esto, que no me falten las canciones, pero no actuar en el sitio más grande o importante. Me conformo con tener cosas que contar. Por lo pronto, duermo tranquila y eso ya significa mucho para mí. Me inspiro en lo que siento, en lo que vivo, porque no hay nada más inspirador que la vida misma»

¿Por qué ocultamos las enfermedades mentales, las depresiones o las desgracias? «Es normal. Nuestro cerebro todo el rato da pautas para sobrevivir y ser feliz. Porque, si estás todo el tiempo pendiente de las desgracias, no te sientes bien. Pero, de vez en cuando, hay que enfrentarse a ellas». Recuerda que, después de hacer Psicología Social, estudió Musicoterapia en Madrid, una terapia psicológica que utiliza la música para mejorar la calidad de vida de las personas. 

«La musicoterapia – explica Rozalén - no te puede curar una enfermedad, pero ayuda mucho en los enfermos de párkinson y de alzhéimer. Los enfermos de alzhéimer lo último que olvidan son las canciones que cantaban de pequeños. Eso es muy significativo. Imagínate lo que pesa la música, si eres capaz de recordar lo que cantabas de niño y no recuerdas a tu propio hijo. Está comprobado científicamente que la música mejora la calidad de vida de la gente».

Lo que no parece tener remedio, y sigue estando vigente a lo largo de la historia de la humanidad, son las guerras. El odio y el enfrentamiento. «Siempre ha habido guerras, pero ahora las tenemos más cerca. Si sobre esto le hubiéramos preguntado a mi abuela, en plena guerra civil, sería aún más pesimista. Porque la guerra la teníamos aquí. En mi familia hay un caso de desaparecido. Un tío abuelo mío, de la quinta del biberón, se fue a la guerra y nunca regresó al pueblo. Lo descubrimos gracias a la canción que le dediqué, y ahora sabemos que está enterrado en una fosa común de Arganda del Rey (Madrid), junto a otros doscientos, y pico, soldados. La memoria debería servirnos para que nunca más vuelva a suceder aquello. Vivimos tiempos bastantes hostiles, en los que se acepta poco el pensamiento contrario. No hemos curado bien la herida de la guerra civil, porque, si no, esto no pasaría».

«Uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue el pregón de las Ferias de Albacete»

A pesar de su indudable interés por la política, nunca ha dicho a qué partido ha votado. «Nunca digo a quién voto, pero, si uno escucha mis canciones, puede llegar a averiguarlo. Jamás me he mojado por un partido político. Yo tengo valores y defiendo las causas que me parecen justas. Pero, también creo que en la política no hay que ser como en el fútbol. Hay que tener autocrítica». 

Lo prometido es deuda y ésta es la letra «Entonces», donde se resume la infancia de aquella niña que se hizo mayor, aunque sigue refugiándose en los sentimientos y paisajes de su infancia: 

«Agarrada al collar de mi madre, al olor de su cuello. 

Al refugio de los cuentos de mi padre para el frío del invierno. 

Los colchones de cachitos de lana que se hundían en el centro, 

terminando todos juntos en la cama en las noches que hubo miedo. 

La luz siempre encendida 

de madrugada en la cocina 

las manos llenas de harina. 

Y curaban las heridas de mis labios 

con aceite de oliva. 

Yo quiero volver al cuándo, 

no quiero volver al dónde. 

Yo no quiero volver aquí, 

yo quiero volver a entonces.

Por verano, dos cerezas en mi oreja y un buen libro en la mano. 

Le rezaba a fruto, cielo y tierra. Volaban pájaros de barro. 

Escapaban todas mis preocupaciones al meter los pies al río. 

Y giraba todo entorno a mis mayores. Ellos siempre irán conmigo. 

Andaba yo enamorada de todos los besos que nunca me dieron. 

Un deseo con lágrimas de San Lorenzo 

de noche en el lavadero. 

La llave siempre en la puerta 

y bajo la parra duerme mi nostalgia. 

A romero, a tomillo y a lavanda… 

Así huele mi infancia»

En Valdemorillo (Madrid), donde ahora reside la cantante, se celebra cada año la primera corrida de toros de la temporada. Sin embargo, no deja de ser una anécdota, si lo comparamos con la Feria de su Albacete del alma. «He disfrutado de las Ferias de Albacete desde que era una niña. Si puedo, nunca fallo. Y uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue el pregón de las Ferias que di hace dos años».

 

«Llevo Castilla-La Mancha por bandera y tengo muchos motivos para presumir de ella»

Su madre, Angelita, de Letur, y su padre, Cristóbal, de Balazote, dos pueblos de Albacete a los que sigue arraigada Rozalén. Más al primero que al segundo. «Balazote está cerca de la capital de la provincia y sigue creciendo porque es más industrial que Letur. En cambio, en Letur, el paisaje es muy diferente y lo más famoso es una empresa de quesos ecológicos. Sin olvidar el interés turístico de la Sierra del Segura y una historia que se remonta a los mozárabes. En Balazote – explica Rozalén – hay más industria, más fábricas, porque está mejor comunicado».

A la cantante manchega le cuesta asumir la repentina ausencia del padre, al que dedica una emotiva despedida en su nuevo álbum discográfico. «Su pérdida es lo peor que me ha pasado en mi vida. Encima, lo perdí de golpe. Sólo tenía 77 años. Estaba muy unida a él, y eso me provocó un shock tremendo. Fue muy doloroso. Su ausencia me sigue provocando lágrima, igual que a todos los que lo conocieron. Menos mal que me queda mi madre».

Cristóbal Rozalén fue durante muchos años secretario y asesor del expresidente castellanomanchego, José Bono. Un auténtico maestro en organizar visitas y desplazamientos, para que todo saliera al gusto de su jefe y paisano. «Era muy trabajador – cuenta la hija – y coherente con sus ideas y valores. Una persona muy especial, al que quiso toda la gente que tuvo la oportunidad de conocerle». 

«Estará contento Cristóbal», cuentan que le dijo en una ocasión un alcalde de pueblo a Bono, tras el éxito de una de aquellas excursiones que hacía por la geografía castellanomanchega. 

¿Te sientes valorada y reconocida en tu tierra? «Estudié Psicología en Murcia. Allí empecé a tocar y a cantar en los bares, pero me siento superqueridísima en mi tierra. Llevo mi Castilla-La Mancha por bandera y tengo muchos motivos para presumir de ella. Pero, no sólo de Albacete; también de Cuenca, donde me recibieron con los brazos abiertos cuando estaba empezando. O la gran acogida que siempre he tenido en Guadalajara. En mi región los medios de comunicación y todo el mundo me trata con muchísimo cariño. Me siento querida en casa». Asegura que le llena de orgullo que la llamen cantante castellanomanchega. 

A ello ha colaborado el haber sido dos años protagonista de las campañas de turismo de nuestra región. Son muchos los lugares con encanto que recomienda a quienes todavía no la conocen. «La Sierra de Cuenca, por ejemplo, me parece mágica. Nunca me había cruzado con tantos corzos, y tan grandes. Y Segóbriga. De Guadalajara me encantan los pueblos negros, de pizarra. Voy a coger níscalos por esa zona. Me gustan también muchos pueblos de Ciudad Real, como Almagro, y el ambiente que hay en la capital. Recomiendo a la gente que vaya de tapas por el centro de Ciudad Real. Y que visite Toledo, una belleza de interés internacional. Luego, tirando de la raíz, invitaría a la gente a disfrutar de la Sierra del Segura, que es menos conocida, y del nacimiento del río Mundo».