La crítica -
Por Juana Samanes
Hace 19 años el director Steven Spielberg dirigió El color púrpura, una novela de Alice Walker, que había obtenido el Premio Pulitzer en 1983. Ahora regresa la misma historia convertida en musical en la que el conocido como "el rey Midas de Hollywood" ejerce de productor, junto a su buen amigo Quincy Jones, además de Scott Sanders y la todopoderosa presentadora Oprah Winfrey.
Sur de Estados Unidos a principios del siglo XX. Celie, que quiere muchísimo a su hermana Nettie, es una joven de gran corazón y sedienta de cariño quien, desde su infancia, solo ha recibido violencia de los hombres; primero de su padre, con el que tras sus violaciones ha tenido dos hijos, y del hombre que ejerce de esposo, que se autodenomina Señor. Solo gracias a la amistad y la solidaridad de otras mujeres, que saben apreciar de Celie su generosidad y su bondad, será capaz de escapar de esa infame situación.
Aunque hay mínimas diferencias argumentales con respecto a la película original, los capítulos más violentos y sórdidos están algo más suavizados en este musical pero, como era previsible, lo mejor de este nuevo acercamiento son sus coreografías y su magnífico reparto femenino con las voces auténticamente maravillosas de Fantasia Barrino, Taraji P. Henson y Danielle Brooks, Simplemente para escuchar la interpretación de esas canciones y la mezcla de ritmos de gospel, jazz y blues merece la pena la película. Igualmente la joven actriz Halle Bailey, quien se ha hecho popular por su personaje de acción real en La sirenita, interpreta una canción original en este film: "Keep it movin'"
El guión es obra de Marcus Gardley quien partió de la novela de Alice Walker y de la obra de teatro musical, libreto de Marsha Norman, con música y letra de Brenda Russell, Allee Willis y Stephen Bray. En el apartado técnico resulta también magnífica la labor en fotografía, vestuario (diseñado por Francine Jamison-Tanchuck) y la puesta en escena llena de gran colorido.
La película muy feminista, tiene una mirada afroamericana al denunciar el racismo y el colonialismo. Pero en este melodrama, en el que los varones se llevan la peor parte al ser mostrados como abusivos y violentos, también hay hueco para el perdón, la posibilidad de rectificar y las segundas oportunidades.